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Desde hace tiempo se sabe que la belleza y la mente viven una estrecha relación que confirma que la piel es el espejo del estado de ánimo mental y emocional.
Desde hace tiempo se sabe que la belleza y la mente viven una estrecha relación que confirma que la piel es el espejo del estado de ánimo mental y emocional.
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Desde hace tiempo se sabe que la belleza y la mente viven una estrecha relación que confirma que la piel es el espejo del estado de ánimo mental y emocional. El estrés, la depresión o la ansiedad se encargan de aumentar o disminuir la belleza.

La piel es también una carta de presentación de las personas, un reflejo del estado emocional y de la salud. “Muchas emociones se manifiestan a través de la piel y de pronto palidece, se ruboriza, le salen alergias o se torna gris”, explica el director de la Clínica Dermatológica Internacional, Ricardo Ruiz.

Cuando la gente se siente más atractiva y más segura con su físico tiende a actuar mejor en todas las áreas de sus vidas, bien sea en el trabajo, en su entorno familiar y social y en las relaciones interpersonales.

La epidermis y la mente están estrechamente relacionadas. Hay muchas enfermedades de la dermis que surgen o se agravan por cuadros psicológicos como el estrés o la depresión. “Un ejemplo muy claro es el empeoramiento que tienen los pacientes con psoriasis cuando están estresados”, afirma el doctor Ricardo Ruiz.

Del mismo modo, existen trastornos psicológicos que se producen a raíz de surgir enfermedades en la piel. “Basta recordar las depresiones e inseguridades de adolescentes producidas por el acné”, añade el especialista en problemas cutáneos.

Por lo general, el perfil del paciente con estrés se caracteriza por carecer de la energía y la motivación necesaria para llevar a cabo rutinas adecuadas de cuidado de la piel, entre ellas la hidratación. “A menudo, las personas que sufren ansiedad y están muy estresadas manifiestan conductas dañinas como rascarse compulsivamente la dermis o explotarse granos, acciones que pueden empeorar los problemas cutáneos sobrevenidos”, añade el doctor.

La Academia Americana de Dermatología indica en su página web que existe una relación causa-efecto entre las emociones negativas como el estrés, la depresión y la ansiedad, y las afecciones cutáneas más famosas como el acné o la psoriasis.

MÁS ALLÁ DE LA PIEL

Pero, no solo los problemas mentales afectan a la epidermis. “El estrés puede convertir unas uñas sanas en quebradizas, provocar una caída masiva del cabello o generar hiperhidrosis (exceso de sudaración)”, ha dicho el doctor Ruiz.

Según la Academia Americana de Dermatología, si se combinan las terapias antiestrés adecuadas con métodos dermatológicos capaces de reducir el estrés, la piel, el cabello y las uñas lucirán sanas y bellas. “Es muy importante que el dermatólogo tenga formación para valorar estos aspectos psicológicos a la hora de tratar adecuadamente al enfermo dermatológico”, ha asegurado el doctor Ricardo Ruiz.

Cuando aparece el estrés, las patologías cutáneas como la psoriasis o el acné se agravan seriamente y pueden llegar a inflamarse o dejar marcas perpetuas en la piel. Así, con la presencia del acné, la barrera protectora de la piel puede sufrir procesos severos de deshidratación, “lo que se traduce en una piel más frágil y sensible, además de ser y muy reactiva a agentes irritantes, alérgenos e infecciones diversas”, explica el doctor.

Lo ideal es combinar terapias antiestrés con métodos y pautas dermatológicas adecuadas. Algunas técnicas psicológicas tienen la capacidad de disminuir la producción de determinadas hormonas relacionadas con el estrés.

“Por ejemplo, la liberación de neuropéptidos -agentes químicos íntimamente relacionados con el estrés segregado por las terminaciones nerviosas- puede ser neutralizada mediante terapias específicas de control del estrés”, dice el doctor Ruiz.

El dermatólogo puede mejorar sustancialmente la apariencia y función de la piel, lo que repercute de forma directa en el bienestar de los pacientes, que experimentan grandes cambios en la forma de relacionarse con los demás.

Hoy en día, gran parte de la sociedad piensa que la belleza conduce a la felicidad. Sin embargo, la persona que es feliz no estudia la belleza, sencillamente se siente sano y atractivo, además de envejecer más despacio.

Está comprobado que las preocupaciones y el estrés diario se refleja en la piel, que se deshidrata y se torna más vulnerable ante esas circunstancias, aunque la persona intente cuidarse con cremas y cosméticos.

El descanso diario, lo paseos por el campo o la playa, el ejercicio moderado y la lectura despejan los pensamientos negativos y los desequilibrios biológicos, de tal manera que la piel mejora y recupera su elasticidad. Si se trabaja la paz interior y aceptamos tal como somos, la belleza será mayor. Efe-Reportajes.