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HACE tiempo, una frase del difunto Anthony Quinn en un comercial de brandy decía: “Si las cosas que valen la pena fueran fáciles… cualquiera las haría”. Luego, el saber popular mexicano la modificó: “Si las cosas que valen la pena fueran fáciles… cualquier pendejo las haría”.

ASI ES. Con frecuencia, defender una buena causa es más cansado que acomodarse al “status quo”, al “ahí se va que al cabo a mí no me afecta”.

POR EJEMPLO, pensar en el seguro médico para todos ha sido más difícil que pensar en el seguro para autos. El gran negocio que son los seguros de autos ha hecho que se perfeccionen las leyes y planes para que nadie maneje sin seguro.

PERO en el caso de los seguros médicos se les ha dado la vuelta, y en lugar de gastar todo ese tiempo en discutir cómo mejorarlo, se han desgarrado las vestiduras los legisladores republicanos para echarlo abajo.

ESTO, no obstante que desde el principio se les invitó a poner sus ideas, y hasta se les hizo caso en recortar la parte de la ley que permitía al gobierno participar en el mercado de seguros (comprando medicina al por mayor se hubiera podido ahorrar muchísimo).

FINALMENTE, y luego de una serie de protestas en los cabildos (Town Halls), el propio Donald Trump acepta que es “un asunto increíblemente complicado”.

LO ES, por un hecho básico: la salud no es una mercancía como un auto, o la estancia en un casino. Y en las negociaciones hay que priorizar la salud de las personas, no las ganancias exorbitantes de las compañías.

LOS SERVICIOS médicos no son algo que podamos decidir comprar o nó. Uno en algún momento se enfermará, y el dolor no hace preguntas, urge respuestas.

POR ESO, los países más desarrollados, entienden que de lo que se trata es de ver la mejor manera de educar a más médicos y abaratar el coste de las medicinas. No negar el servicio.

SI UNO se enferma, morirse no debería ser la mejor alternativa.