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TRADICIONES: Carnaval de Río, la celebración de la alegría… a pesar de la economía

  • Una bailarina de la escuela de samba "Grande Rio" en...

    Una bailarina de la escuela de samba "Grande Rio" en el desfile de Carnavales en el Sambódromo de Río de Janeiro.

  • Un carioca disfrazado como Osama Bin Laden hace parte de...

    Un carioca disfrazado como Osama Bin Laden hace parte de las 500 mil personas participaron en el tradicional desfile del "bloco" (comparsa) Cordão da Bola Preta, en el centro de la ciudad de Río de Janeiro (Brasil). Este desfile fue declarado patrimonio cultural carioca por el ayuntamiento de esta ciudad brasileña y en 2008 cumplió 90 carnavales de participación. Miércoles de Ceniza, cuando oficialmente acabarán las fiestas.

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“El mayor espectáculo al aire libre de la tierra”. Así suelen definir los brasileños, con la grandiosidad que los caracteriza, el desfile de las escuelas de samba de Río de Janeiro, la más vistosa de las fiestas de Carnaval que, durante los cuatro días que anteceden al Miércoles de Ceniza, paralizan todos los rincones del país y que no pierden brillo ni siquiera este año con la crisis económica mundial.

Ninguna fiesta encarna tan fielmente la alegría de los brasileños como el Carnaval, una celebración para la cual los más entusiastas se preparan todo el año y a la que se entregan en cuerpo y alma en frenéticas jornadas que se suceden, una tras otra, sin interrupciones en razón de horarios, factores climáticos o de cualquier otro tipo.

Carnavales hay por todo Brasil, pero los de las ciudades del tórrido noreste, en especial de Salvador, Recife y Olinda, así como el de Río de Janeiro, el de más renombre mundial entre los que se celebran en el país, son los más apetecidos tanto por los brasileños como por los miles de extranjeros que en febrero desembarcan en “el país del carnaval”, título inmortalizado por la pluma de Jorge Amado en una de sus novelas.

LAS ESCUELAS DE SAMBA

Quienes prefieren el espectáculo optan por el Carnaval de Río de Janeiro y, en especial, por el desfile de las escuelas de samba, una función que pone en escena auténticos musicales móviles recreados por miles de músicos, bailarines y toda suerte de artistas pertenecientes a asociaciones comunales.

El escenario para el esplendoroso derroche de samba, luces, baile y color está a cargo de doce escuelas de primera categoría que, con cerca de 5.000 integrantes cada una, recorren de noche, en presentaciones de algo más de una hora, la pista de 700 metros del sambódromo, un escenario construido en el centro de la ciudad con ese fin exclusivo y que lleva el mágico nombre de Marqués de Sapucaí.

Por la “pasarela de la samba” desfilan cada año, entre una multitud abigarrada que llena hasta la bandera los graderíos situados a lado y lado de la pista, escuelas de nombres exóticos como Imperatriz Leopoldinense, Estación Primera de Mangueira, Beija-Flor de Nilópolis y Mocidade Independiente de Padre Miguel, entre otras, que se disputan el favor del público y del jurado para alzarse con el trofeo de campeona del Carnaval, un título que en Brasil tiene tanto prestigio como el de campeón del fútbol.

Los “enredos”, tema que cada escuela selecciona para representar en el sambódromo, son escogidos con un año de anticipación y, al ponerlos en escena, deben mostrar la mayor armonía posible entre la letra y la música de la samba, la melodía arrebatadora de los cerca de 300 músicos que componen la “batería”, el rítmico paso de las mulatas y demás bailarines y el diseño de los disfraces, comparsas y carrozas que completan esta obra musical sin parangón.

El lujo de las presentaciones contrasta con el origen humilde de la inmensa mayoría de los miembros de las escuelas, una especie de asociaciones surgidas en las favelas y barrios pobres de la ciudad, que son justamente la cuna de la samba.

Quien no pertenece a una escuela y quiere ser testigo de este derroche de lujo y fantasía que por unas noches hace olvidar a la ciudad y al país los problemas cotidianos, tiene que pagar un ingreso que, en los graderíos más populares, cuesta un mínimo de 60 dólares por noche.

Un pasaporte a un reino mágico en el que manda la alegría por decreto del Rey Momo, el soberano regordete que, acompañado siempre por una esbelta reina, gobierna la ciudad de manera simbólica durante los cuatro días de fiesta que preceden al inicio de la cuaresma, cuando se abre el periodo para expiar los pecados cometidos en las celebraciones carnavalescas.

EL CARNAVAL CALLEJERO

Pero el Carnaval no se circunscribe sólo al fastuoso espectáculo en el sambódromo sino que también se vive y se siente en las calles de la antigua capital brasileña, que en los últimos años ha visto el resurgimiento de los tradicionales “blocos” (bandas de barrio), que entre cariocas y turistas habían perdido espacio con el desfile de las escuelas de samba.

Agrupaciones tradicionales como “La Banda de Ipanema”, “Sobaco de Cristo”, “Simpatía é quase amor” y “Cordao da Bola Preta”, son algunas de las que desde semanas antes del Carnaval recorren barrios de la ciudad con bandas que interpretan “marchinhas” de música y letra pegajosa. Les siguen miles de amantes de la fiesta que parecen fundirse en una marea humana bajo un calor infernal mitigado por los ríos de cerveza que ofrece un ejército de bulliciosos vendedores callejeros.

Para quienes van en busca de emociones todavía más intensas, los carnavales del noreste ofrecen la posibilidad de entrar en una fiesta que parece nunca acabar y que arrastra multitudes durante días y noches. Sin descanso por calles y avenidas de grandes ciudades, se baila bajo la batuta de músicos que se relevan durante las 24 horas como si no quisieran dar tregua ni a los más resistentes juerguistas.

En Salvador, capital del estado de Bahía, cuna de figuras emblemáticas de la Música Popular Brasileña (MPB) como Gilberto Gil, Caetano Veloso, Joao Gilberto y María Bethania, la fiesta callejera corre suelta, conducida por artistas como el percusionista Carlinhos Brown. Musas del axé como Daniela Mercury, Ivete Sangalo y Claudia Leite, auténticas especialistas en el arte de agitar multitudes con sus ritmos y una contagiosa energía, transforman la ciudad en una gigantesca clase de aeróbicos para decenas de miles de personas.

Así como Río de Janeiro tiene el sambódromo, Salvador tiene los circuitos Dodó, Osmar y Batatinha, donde la muchedumbre puede darse cita a cualquier hora del día o de la noche para vibrar con los artistas que se presentan, ya sea en tarimas o en “tríos elétricos” (camiones con potentes parlantes) que recorren lentamente la ciudad arrastrando a la marea humana. La fiesta en Salvador dura seis días y suele extenderse, incluso, hasta el propio Miércoles de Ceniza.

Un espectáculo similar se puede disfrutar en Recife, capital del estado de Pernambuco, y en la vecina Olinda, Patrimonio Cultural de la Humanidad, donde las calles son tomadas durante días enteros por millones de personas que danzan al ritmo del frevo, un baile típico de esta región más parecido a un ejercicio de malabares con sombrillas de colores que los bailarines hacen girar mientras se las pasan de una mano a otra, por detrás de la espalda o entre las piernas.

Recife se precia además de tener la “mayor fiesta de carnaval del mundo”, reconocida como tal hace unos años por el libro Guinness de los Récords por llevar a la calle cerca de un millón y medio de personas en un solo desfile.

Este es el del “Galo da madrugada” que, encabezado por un gallo de colores vivos y proporciones gigantescas, sale por la ciudad el sábado de carnaval y durante más de 12 horas marca el compás de una diversión que muestra no sólo la alegría de espíritu del pueblo brasileño sino que también pone a prueba la resistencia física de los amantes del jolgorio.

EFE-REPORTAJES.