CRONICA: Las indicaciones eran precisas “Graduación Clase 2010” y una flecha. Con togas y birretes negros como de magistrados. Con sus familiares caminando por los andadores de la Universidad de California de Los Angeles (UCLA), los egresados de las escuelas de artes y arquitectura esperaban las 4 de la tarde para caminar a sus sillas donde escucharían los discursos y donde recibirían sus papeles de graduados.
-Date prisa, que quiero agarrar sombra -dijo una mujer a su esposo.
En el jardín que está frente al Schoenberg Hall, dos enormes árboles añosos habían inclinado sus ramas para dar sombra a los invitados.
Los asistentes, entregaban los cuadernillos donde estaban la lista de graduados y la personalidades que dirigirían la ceremonia.
¿Qué es la ceremonia de graduación?
En estos tiempos de economía mala es una felicitación y una advertencia.
Uno de los “Speakers” hablaría de que su padre que sufrió en la Gran Depresión, se mantuvo tocando en los clubes, inclusive campoteando la Ley Seca que prohibía el consumo de alcohol.
¿Sería ese un mensaje para el DJ Marlon, quien sacó su carrera de etnomusicólogo a punta de desveladas tocando en los clubes de Hollywood y Long Beach?
Avanzando, con sus traje negros brillantes y un listón violeta con las letras UCLA “Class 2010”, los graduados pasaron por en medio de la gente, con risas y bromas, con gestos solemnes, dando pasos sobre tenis, sobre zapatillas de tacón alto, cubriendo a veces la modestia de su atuendo de pantalones kakis.
La gente se empezó a concentrar en el jardín, mientras el sol iba bajando por entre las ramas de los árboles y los edificios de estilo románico.
Cornetas, globos, ramos de flores, trajes y perfumes, incluso perros bien educados presenciaban el resultado final de quienes acudieron a préstamos, horas de trabajo, ahorros y deudas familiares, todo para estar ahí.
“Los sueños son una cosa extraordinaria, pero uno no puede poner su vida en espera, mientras los alcanza”, insistía el “speaker”.
Luego, como se trataba de la graduación de los muchachos y muchachas dedicados a a los asuntos del arte venían las explicaciones de la función del arte y la forma en que sucedede.
“Arte es todo lo que tu imaginación pueda ver, pero necesitas trabajar para que eso ocurra”, decían parafraseando a Picasso.
“I don’t need time, I need a deadline” (no necesito tiempo, necesito un plazo), parafraseaba alguien más.
Y ¿cuánto trabajo y cuantos plazos habían esperado los graduados?
Marlon Fuentes lo puso de esta forma: aprendizaje de la música en las bandas de las escuelas Tincher Elementary, Hill Middle School y Wilson High de Long Beach; Acreditación y paciencia en el Long Beach Community College; Desveladas frecuentes en clubes como sonidero, para completar gastos de manutención y préstamos.
Pero todo eso ahora no importaba tanto como estar ahí, celebrando a golpe de tambores brasileños y con conversaciones más reposadas de sus maestros, haber obtenido su diploma de et-no-mu-si-có-lo-go.
RIVERSIDE, CLASS 2010
En otro lugar del Sur de California, Jéssica Hernandez, ese mismo fin de semana se graduaba de la Escuela de Música de la Universidad de Riverside.
Para Hernandez, su grado universitario también se consiguió en una mezcla de préstamos, trabajo de medio tiempo y la ayuda de su padre, Porfirio Hernandez.
“El me ayudaba con todo lo que podía”, dijo Jéssica. “Pero fue un poco difícil alejarme de él y de mi familia”.
Y es que durante su infancia y adolescencia, la convivencia de Jéssica con su padre fue también la de trabajo con un profesor y colega.
Con la banda de música oaxaqueña “Nueva Dinastía”, su padre, oriundo de Santiago Zochila, su padre le enseñó la música y en ciertas ocasiones ella misma se hacía cargo de la dirección.
“Eso me ayudó muchísimo en mi carrera, aunque lo que se me hizo un poco difícil fue no haber estado más expuesta a la música clásica”, dijo Jéssica.
Para Jéssica, el grado universitario significa la oportunidad de hacer notar más en el mapa musical de California los aportes de los oaxaqueños.
Aunque ella nació en California, siempre ha estado involucrada con la tradición musical oaxaqueña que muchos en los Estados Unidos desconocen, pensando acaso que la música mexicana se reduce al mariachi y la música de banda sinalonese o los conjuntos norteños.
“En la universidad, me di cuenta de que no la conocían”, dice Hernandez, “en una ocasión llevamos a la Banda Nueva Dinastía y mis amigos y profesores se quedaban sorprendidos, no sabían cómo definrla”.
La Banda Nueva Dinastía, al igual que otras bandas oaxaqueñas en California, cumplen una función importante de ofrecer una educación alternativa en las zonas menos privilegiadas. Porfirio Hernandez, además de su trabajo en una fábrica de tornillos, ha dedicado mucho tiempo a enseñar a los niños en el local de la escuela Lindbergh Elementary (donde estudió Jéssica) de Lynwood.
Ahora que las escuelas han recortado programas de enseñanza de las artes debido a la crísis presupuestaria, su trabajo se hace más importante.
“Ahora que yo he regresado a Lynwood, me doy cuenta que se han recortado los programas de música, y eso me da mucha tristeza”, dice Jéssica.
PERSPECTIVAS LABORALES
“Si vas a estudiar algo, elige una carrera que cuando vayas a trabajar no te de flojera levantarte, elige algo que vas a hacer con muchas ganas”, esta fue la única consideración que hizo Porfirio Hernandez para impulsar los afanes de su hija.
Pero, en los últimos años, la crísis económica ha puesto a prueba este consejo.
“Si me he puesto a pensar en la crísis”, dice Porfirio, “pero en este país siempre hay algo para todos, y ella encontrará su camino”.
Por su parte, Marlon Fuentes, quien sigue con su trabajo de DJ en clubes del Sur de California, ha empezado a meter solicitudes en entidades culturales angelinas.