Skip to content
Author
PUBLISHED: | UPDATED:

En el Panteón “La Fama” se encontraron las calaveras de varios artistas que en su vida tuvieron reconocimiento en exceso. Llegaron ahí, al mismo lugar donde estaban “Los Nadies”, los que nunca aparecieron en las páginas de los diarios ni en las pantallas de televisión, los que en vida hicieron los trabajos más anónimos como limpiar cuartos de hotel, cocinar platillos, limpiar mesas, ensamblar aparatos.

-¡Ese mi chente!, ¿qué anda haciendo por aquí? -dijo Joan Sebastian.

-Pues lo mismo que tu, compadre, ahora si guardando silencio -dijo el Charro de Huentitán

-No me digas que también te trajiste al Potrillo -dijo con una carcajada Joan Sebastian.

-¡No’mbre!… ¡Qué va!… A ese todavía le queda cuerda, ¿y tu hijo?

Joan Sebastian hizo un silencio, luego una mueca de dolor.

-Discúlpame, viejo, no me acordaba -dijo Chente- pero qué bueno que se reencontraron ¿no?. Vamos a echarnos un tequilita… O no. Mejor una cervecita americana, ya vez que, finalmente, estos cerveceros me patrocinaron.

Joan se empezó a reír.

Los Nadies que en ese momento estaban conversando cerca, no prestaron mucha atención al diálogo de los cantantes.

Contrariados, los artistas se quedaron sorprendidos de que no les pidieran un autógrafo o se quisieran tomar una foto con ellos.

-¿Y a estos qué les pasa? -preguntó Chente- ¿no se darán cuenta que ahora si tenemos tiempo para dar entrevistas, dialogar y convivir como cualquier otra persona?

-Ya es muy tarde, compadre. Aquí ya todos somos iguales -dijo Joan.

-Será usted, porque yo todavía tengo mi rancho, mis vacas, mi estudio, mis tiendas… Nada más que ahora me las cuida el Potrillo.

-Tenía, compadre, tenía… Eso es tiempo pasado. Mejor siéntese y vamos a conversar.

-¡Ay, compadrito! Pero ¿de qué quiere que conversemos, si ya nos dijimos todo?.

En eso estaban, cuando a un lado pasó la calavera de Paquita la del Barrio.

-¡Inútiles! -les dijo- ¿me están oyendo?

-Esta Paquita nunca gozó de esa vida que tuvo -dijo Chente- pura amargura y revancha eran sus canciones.

La plática se les acabó. Se dieron cuenta de que la mayoría de las cosas que habían dicho en vida habían sido demasiado artificiales como para hacerse de una imagen que vendiera discos.

Se quedaron quietos.

Ahí, no muy lejos de ellos, Los Nadies vacilaban, soltaban carcajadas, se decían chistes, bailaban, compartían historias… Sabiendo que de sus bocas nunca salieron cosas nada más para vender productos.

Muy despacito, Chente y Joan Sebastian se fueron acercando, y con toda humildad, se sentaron al lado para escuchar lo que había sido La Vida, antes de que llegaran a ese panteón de “La Fama”, adonde los Nadies solo habían llegado de visita el 2 de noviembre.