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El insomnio ha sido por mucho tiempo un problema con que los seres humanos hemos tenido que enfrentarnos desde tiempos históricos.

El emperador Napoleón construyó un imperio con apenas cuatro horas de sueño diarias aproximadamente.

El pintor Vincent Van Gogh frotaba alcanfor en su cama y almohada para poder dormir, aunque sin saberlo, esto lentamente lo estaba envenenando.

Groucho Marx, el cómico y actor norteamericano, debido a haber perdido su fortuna en la recesión, tuvo problemas para dormir y se cuenta en su biografía que hacía llamadas a extraños a altas horas de la noche para insultarlos como remedio a su insomnio.

Hay una incontable lista de grandes artistas con desórdenes del sueño como Alexander Dumas, Mark Twain, Amy Lowell, Charles Dickens, Marcel Proust, Shakespeare, Franz Kafka, etc.; aunque este problema en particular no atañe tan solo a artistas o personas con vida pública. Mucha gente común y corriente sufre o ha sufrido este padecimiento relacionado directamente con la preocupación y la ansiedad en alguna etapa de su vida.

Sin embargo, generalmente intentamos atacar los síntomas y no el problema básico que los está generando. Se compran pastillas para dormir, que más que encontrar una solución, es entrar en un círculo vicioso que mientras más tiempo pasa, mas difícil es salir de él.

No digo que las pastillas no ayuden, pero el hecho de estar atacando nuestra falta de sueño y no las preocupaciones que la están causando es algo que si fuera esa nuestra respuesta en un examen de Lógica, dicha respuesta nos haría a reprobarlo.

La preocupación y la ansiedad son dos de los factores principales que producen este mal. No dependa de fármacos que puedan crearle dependencia. Mejor cómprese un libro como “Cómo Evitar las Preocupaciones” de Dale Carnegie. En él, el autor, de una forma sabia y amena, nos comparte testimonios de personajes históricos y sobre como lograron vencer sus desasosiegos, además de que da consejos prácticos para lograrlo.

Por otro lado, si cree en un poder superior, asista más a su iglesia, lo cual, según “La Psicología de la Religión” de Ralph W. Hood, Jr., Peter C. Hill, y Bernard Spilka, es una actividad que crea un sentido de propósito; una noción personal y una autoestima más positivas; y un sentido de control en la vida, según concluyeron estudios publicados en este libro.

En tiempos como este en que la economía nos tiene en un estado de incertidumbre constante, conviene no dejarnos llevar por la frustración.

Edúquese. Hay muchos libros que tratan sobre el asunto. Infórmese sobre cuales son los mejores en cuanto a resultados. Y por último, haga esa teoría realidad: tome acción. Nadie más que usted podrá hacerlo.

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rmsandoval@live.com

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