Los trajes de carnaval son todo un lujo. Con poca o con mucha tela su elaboración lleva horas de ingenio, diseño y manos diestras para crear toda una fantasía que nos transforme.
La importancia del traje es tal que dos lugares con tradición carnavalera como Montevideo (Uruguay) y Badajoz (España) ha decidido abrir dos museos dedicados a estas fiestas en las que las que convertirnos en otros, es la base de la celebración.
Más de nueve meses lleva la confección de algunos de los vestidos más emblemáticos que se contemplaran por las calles de Venecia (Italia), el sambódromo de Río de Janeiro (Brasil) o la gala de elección de la Reina del Carnaval en Tenerife (España).
Cristales, brillos, plumas, poca tela, eso es lo que refleja la gran mayoría de las imágenes que nos llegan desde Brasil. Las escuelas de samba eligen un tema y lo desarrollan, desde la prehistoria, a la evolución del diseño o las nuevas tecnologías, dan vueltas a un amplio panorama a ritmo frenético.
Un director artístico se ocupa de organizar carrozas y vestuarios del desfile y de mantener a buen recaudo el más nimio detalle para evitar que la competencia se sienta tentada a copiar.
La belleza y delicadeza de las máscaras venecianas y la riqueza de las telas y bordados que se ven en las fiestas y las calles de la ciudad de los canales llenan de brillantez y preciosismo cada rincón.
Desde el siglo XVII Venecia celebra el carnaval y las calles se llenan de los típicos personajes venecianos, como Arlequín, Colombina y Polichinella, protagonistas de las comedias del Arte que mantienen en la ciudad ese toque barroco tan especial.
Máscaras románticas, rictus serios, tristes o nostálgicos, siempre penetrantes, siempre de nácar, se complementan con trajes de ricos brocados, satenes y plumas. Tonos efectistas que siempre compiten con el rigor más absoluto del negro.
FASTUOSAS CREACIONES
El carnaval de la isla canaria de Tenerife, en España, está entre los más emblemáticos del mundo. Desde la mañana a la noche la fiesta está en la calle.
El diseñador canario, Santiago Castro, ganador de dos reinas del carnaval, en 2003 y 2008, y con más de 26 años de experiencia en este tipo de creaciones de fiesta, asegura que cada traje marca una época.
“La diferencia de las grandes creaciones con las que se presenta la Reina del Carnaval ante el público no tiene que ver sólo con el volumen y el peso, sino con la utilización de todo tipo de materiales para el diseño. Plumas de faisán, avestruz u oca, fibras de todo tipo y auténticas piezas de joyería, como los cristales de “Swarovski”, para crear los brillos del traje, además una buena estructura metálica”, comenta el artista, quien destaca que sus vestidos de carnaval llaman la atención por “el lujo en los detalles” y por el trabajo con piezas pequeñas.
Su creación ganadora en 2003, “Láquesis”, considera que marcó un antes y un después. “La parte delantera era una fantasía y al girarse se convertía en un auténtico pavo real”, de esta manera, asegura, se comenzó a prestar atención a todo el conjunto y a no descuidar la parte de atrás.
Castro considera que tanta belleza y trabajo debería permanecer en museo, “pero es una pelea constante con las instituciones”, aunque reconoce que las enormes medidas del vestuario no lo ponen fácil. Las bases del concurso ponen como límite de cada diseño cinco metros de ancho, 5 de alto y 6 de fondo.
Para él, la diferencia del carnaval de Canarias con la tradición de Venecia, no radica en que esté condicionado por la temperatura. El hechizo que provoca Venecia “está en no saber a quién te enfrentas”, a quién tienes delante y ese “misterio le da un encanto muy especial”. EFE REPORTAJES.