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Querido diario: Así. Resulta que fui al seminario de tesis al que nos invitó el director de mi carrera. El asunto se antojaba si no interesante, cuando menos útil para avanzar con el trámite de escribir una condenada tesis. No era gran cosa, a cambio de una lana, en el famoso seminario participaron todos los profesores de la carrera.

Algunos como ponentes y otros como espectadores, pero todos disponibles para que habláramos con ellos, les presentáramos nuestros proyectos y los convenciéramos de asesorarnos.

Hubo talleres y varias conferencias. Además de los profesores conocidos, la escuela invitó a especialistas de otras universidades, institutos, colegios y demás show como para poder ponerle buen precio al boletito. Yo, como una niña bien portada, llegué temprano, me instalé en las primeras filas, con los ojos muy atentos, las orejitas bien paradas, iPad en mano para tomar notas y el teléfono oficial apagado para no ser distraída por llamadas de trabajo.

Las primeras dos conferencias a todo dar. En la primera, un viejito con acento extranjero y traza de despistado nos explicó cuál es la metodología más recomendada para hacer un trabajo de investigación y en la segunda un gordito muy alegre condujo un ejercicio en el que participamos todos, sobre cómo elegir tema para tesis. Después tomamos un receso.

En la tercera conferencia fue donde sentí pasos en la azota. Imagínate cuando presentan al ponente y resulta que es un cliente. Pero ni siquiera un cliente común y corriente, de ésos que ves una vez, te lo ponchas y listo, nunca más te vuelves a topar con él. Si así hubiera sido, pude poner cara de yo no fui, me estás confundiendo. Pero no, él es un clientazo de los recurrentes.

No es guapo, pero sí atractivo y tiene una energía para coger que se la envidiaría el conejito de Duracell. Tiene el pito flaquito, pero largo y correoso. Generalmente, cuando hace el amor, se sostiene sobre sus brazos, bastante macizos, como si planeara hacer lagartijas y con un frenético movimiento de nalga y cadera me clava su sexo sin dejárseme caer encima. Besa rico y sabe tocar los senos sin lastimarlos, ayudando simplemente a que las emociones fluyan. Nos hemos venido riquísimo en muchas ocasiones.

Además le gusta platicar y tiene una conversación interesante. Siempre que nos vemos se queda un buen rato abrazado de mí, como si fuéramos cucharitas, y besándome los hombros me platica de su trabajo, de su familia o de sus alumnos, mientras acaricia mi abdomen, mis muslos, mis senos. A veces, se recupera antes de que la hora termine, se le levanta su manguerita y nos aventamos un segundo brinco; generalmente prefiere dormitar, entre la conversación, las caricias y la calma postcoital.

Yo disfruto mucho cuando nos vemos, pero jamás pensé encontrármelo en la escuela, frente a mis maestros y mis compañeros. Frente a David, de quien muchas veces platicamos en la cama, verlo de traje y con seriedad de conferencista. Me puse muy nerviosa y no sabía cómo hacerle para cubrirme o, al menos, escapar de ese lugar al frente que ñoñamente había apañado. Si me levantaba, más me iba a hacer notar, tal vez la librara si me ponía a escribir en el iPad y dejaba caer mi cabello discretamente sobre mi cara. Lo pensé demasiado. Todavía no acababa de idear cómo escabullirme cuando nuestros ojos se encontraron. De esas veces que sientes cómo se te hace un hoyo en la barriga o como si fueras una conejita frente a la escopeta.

Naturalmente no calculé que, si para mí fue una sorpresa verlo ahí tan campante y dispuesto a dictar una sabia conferencia, para él la sorpresa fue mayor. Nunca le digo a mis clientes en qué escuela estudio, de modo que llegar a ella no puede ser sino efecto de una absoluta coincidencia. Lo comprendí cuando vi lo nervioso que se puso al reconocerme. Se quedó por unos segundos, que probablemente a él le parecieron más, todo lampareado, mirándome de frente con los ojos redondos como monedas. Después se recuperó y, trastabillando, comenzó su ponencia.

Fue una espléndida presentación y, como siempre, en sus palabras iba la inteligencia y el ingenio con el que lo he conocido siempre, pero ¡caramba!, yo lo he visto cogiendo, en la más intensa de las actividades físicas y emocionado como burro en primavera y, me cae, no suda. En cambio durante la conferencia, entre el calor y los nervios le perlaron la frente. Apenas terminó su conferencia, agradeció a todos y salió disparado, como si lo estuvieran esperando para recibir herencia.

Esa noche, desde luego, me llamó para vernos. Cogimos riquísimo y nos reímos mucho del incidente, confirmé al menos que para ambos fue una sorpresa.

Un beso…

Lulú Petite www.midiariosexy.blogspot.com