Skip to content
  • El centro de la ciudad de Taxco de Alarcón.

    El centro de la ciudad de Taxco de Alarcón.

  • Las Grutas de Cacahuamilpa.

    Las Grutas de Cacahuamilpa.

  • El poblado de Malinalco celebrando el aniversario de la consumanción...

    El poblado de Malinalco celebrando el aniversario de la consumanción de la independiencia mexicana 20 de Noviembre del 2012.

  • Zona arqueológica de Malinalco, denominado "Pueblo Mágico" por la UNESCO.

    Zona arqueológica de Malinalco, denominado "Pueblo Mágico" por la UNESCO.

  • Vista del Bioparque Estrella.

    Vista del Bioparque Estrella.

  • Acapulco es un destino bastante conocido para millones de turistas...

    Acapulco es un destino bastante conocido para millones de turistas de todas partes del mundo.

  • Vista Aérea de Taxco de Alarcón.

    Vista Aérea de Taxco de Alarcón.

of

Expand
Author
PUBLISHED: | UPDATED:

El plan era ir a Cancún junto con varios familiares y un par de amigos, pero al final por distintas razones, terminamos posponiendo ese viaje.

Como mi esposa quería conocer lugares nuevos y ya la había llevado al D.F., tuve que ejercer mi labor de convencimiento para llevarla allí una vez más. Le prometí llevarla a sitios nuevos del D.F. y del Estado de México.

No me fue difícil. Ayudado por la Wikipedia y la clave “pueblos mágicos”, pude hallar varios destinos que valía la pena visitar. Un amigo de la ciudad de México y su mujer me lo propusieron primero y se apuntaron para ir con nosotros.

Fue así que hicimos el itinerario, añadiendo Acapulco gracias a que a Fernando, mi amigo, le rentaron un “Tiempo Compartido”, uno de esos paquetes rebajados que puede uno disfrutar con una membresía.

Acapulco, sus playas y su vida nocturna, nos recibieron las primeras noches. Allí conocimos a ‘El Ombligo’, un pescador con una protuberante hernia en susodicha parte el cual nos pidió un raid mientras que nos orientaba y nos contaba trozos de su vida en el D.F.; aunque mientras lo hacía, también mareaba a nuestras esposas con su aliento ligeramente alcohólico.

“Allí derecho”, era la frase constante de El Ombligo. Fue así como llegamos al hotel, y fue allí donde nuestro recién conocido nos compartió a Fernando y a mí un mezcal ligero al paladar, pero potente en su efecto. Poco después, El Ombligo se despidió, ya que tenía que buscar algún expendio de mezcal para “curársela”.

Días después, salimos de Acapulco en dirección a Taxco, una ciudad afamada por sus platerías artesanales y sus vistas escénicas y coloniales.

Mi esposa y mis amigos estaban encantados. Yo, aunque ya conocía el lugar, lo disfruté tanto como ellos. Fue allí donde conocimos a “Pitufo Tontín”, un taxista amigable y muy servicial que nos dio un tour por varios sitios de la ciudad como el mirador; el teleférico que atraviesa entre dos montañas y muestra la ciudad desde lo alto; la cascada de Cacalotenango; el centro tan lleno de vida; además de llevarnos con artesanos plateros.

-Oiga, ¿es usted del D.F.?,- le pregunte al escuchar su fuerte acento capitalino, a lo cual me respondió que había vivido en el Estado de México unos años.

Después de una breve estadía de día y medio en Taxco, nos dirigimos a las Grutas de Cacahuamilpa, una de las cuevas subterráneas más grandes y más bellas del mundo, a la cual llegamos Fernando y yo por una tirolesa, mientras que nuestras esposas llegaron caminando ya que no se animaron a ‘colgarse de la cuerda’. Ya de noche y de salida, y pudimos ver cómo los murciélagos salían a buscar alimento.

Dejamos Cacahuamilpa con un buen sabor de boca, aunque se nos hizo un poco complicado dar con nuestro siguiente destino: Ixtapan de la Sal. Al llegar al pueblo, vimos que no era lo que imaginábamos, fue entonces que decidimos seguir la ruta hacia Malinalco.

En el transcurso, paramos a comer en uno de esos puestos callejeros de un pueblo llamado Tenancingo. Haciendo plática con la señora que nos preparó unos pambazos al estilo de la región, le comenté que se veía muy tranquilo el lugar.

-¡No joven! Hace poco mataron a un muchacho que vivía en la calle y lo encontraron por la virgen a la salida del pueblo-, dijo la señora, y conforme nos contaba más relatos espeluznantes como este, nos fuimos apresurando a comer y nos despedimos. Eran las 10:30 p.m.

La señora se despidió riéndose porque decía que ya nos había asustado con sus historias. La verdad es que sí nos pusieron un tanto nerviosos, sobre todo al ver lo solo que estaba el pueblo. Ya de salida vimos la virgen aquella mencionada por la señora.

Ya pasadas las 12 a.m. llegamos a Malinalco y nos hospedamos en un hotel algo viejo del centro, pero también bastante acogedor.

Desde la llegada vimos todos los letreros dirigidos a los visitantes y nos alegramos de que este pueblo fuera bastante turístico. La verdad, nos entristecieron los estragos que el narco ha hecho en pueblos como Tenancingo que anteriormente fueran tan pacíficos.

Al próximo día pudimos ver desde el balcón del hotel el desfile del 20 de noviembre. Comimos en un restaurante cercano a la plaza principal llamado las Adelitas donde nos atendieron tres muchachas muy guapas y agradables.

Después recorrimos el convento Agustino y nos dirigimos a la zona arqueológica, donde subimos más de 400 escalones de piedra volcánica hacia la cima de un cerro que remataba en pirámide con una vista formidable.

En la tarde, con la lengua de fuera por el ejercicio reciente, comimos en el restaurante “Las Palomas”, que aunque un poco caro, nos dio a probar excelentes platillos como el “Chile Paulina”, un exquisito chile relleno envuelto en hojaldra sobre una salsa de Jamaica.

Nuestro recorrido del estado de México terminó en Malinalco. Después nos dirigimos al D.F., donde pudimos mostrarle a mi esposa el gran Museo de Antropología e Historia de Chapultepec, la casa de Leon Trotzky, Tlaltelolco, el Anahuacally o casa-estudio de Diego Rivera y la Casa Azul de Frida Kahlo, donde por cierto se nos unió una muy buena amiga que llegó desde Miami solo para una reunión de ex compañeros de la que fuera nuestra secundaria.

Fue allí donde hice una pausa en el viaje para reunirme con amigos de la secundaria en la que estuve (E.S.T.I.C. No. 17) y con los que pasé los mejores momentos.

Entre risas y anécdotas, nos pasamos parte de la mañana y la tarde en el restaurante de Oscar, un ex compañero que generosamente nos invitó la comida. Tenía 21 años de no ver a varios de los amigos de “la secu”, y aunque penosamente no pudimos contactar a muchos y otros no pudieron ir, se juntó un buen grupo y al parecer, hay plan de seguir con las reuniones. Todo esto gracias a Facebook.

El próximo y último día de nuestro viaje lo pasamos en el Bioparque Estrella en Jilotepec, el cual me pareció sin exagerar, un gran paraíso natural, dado a que animales como bisontes, búfalos, avestruces, cebras, gacelas, jirafas, etc., andan libres mientras que uno pasa en un camión desde el cual se les puede alimentar. Me acordé de un libro de historias bíblicas que tenía pinturas del paraíso con animales y gente conviviendo sin miedos y en paz. Por otro lado, me sorprendió bastante el precio de las entradas -alrededor de $6.50 dls. con descuento incluído-; y es que habiendo ido anteriormente al Africam Safari de San Diego en California donde el precio de entrada es $45 dls, pude ver que la diferencia era enorme. En San Diego, para acceder a los animales, uno tenía que pagar $45 dls. extra.

En Jilotepec, el Bioparque Estrella cuenta además con una sección de animales prehistóricos mecánicos bastante reales y otros juegos incluídos con el boleto, y aquellos que no lo están cuestan poco más de $1 dólar.

De más está decir que mi esposa quedó encantada con el viaje, aunque el tiempo no nos alcanzó para hacer todo lo que nos propusimos; pero eso nos da excusa para volver nuevamente, y es que el D.F. y el Estado de México, cuentan con muchísimos sitios para que no solo los turistas, sino los mismos citadinos puedan gozar de tanto y por tan poco.

Mándenos sus comentarios a rmsandoval@live.com