El sombrero pintao panameño está elaborado completamente a mano con fibras y tintas naturales, tiene una copa de forma redondeada, alas no muy anchas y puede ser utilizado, tanto por hombres como por mujeres, en cualquier ocasión: desde una gala especial hasta en el día a día para protegerse del abrasador sol que baña todo el año a este país de poco más de 75.000 kilómetros cuadrados y 3,4 millones de habitantes.
“La forma de llevar el sombrero pintao tiene un significado dependiendo de la región, aunque algunas formas se entienden por igual en todo el país”, explica el maestro Reinaldo Quiróz, uno de los artesanos más versados en la confección de este accesorio, en una entrevista con Acan-Efe en su casa en la pequeña localidad de La Pintada, considerada como la cuna del sombrero pintao y ubicada en la central provincia panameña de Coclé.
LLEVARLO “A LA PEDRÁ” ES SIGNO DE ÉXITO Y TRIUNFO.
“Por ejemplo, en la región de Azuero, que abarca las provincias de Herrera y Los Santos, si un hombre lleva el sombrero con el doblez del ala en la parte posterior quiere decir que es soltero y está buscando novia, pero si, por el contrario, el doblez lo lleva en parte frontal, entonces lo que está buscando es pelea”, precisa el artesano, con más de 35 años de experiencia.
En casi todo el país se entiende que si el doblez está en la parte frontal y también en la posterior, el sombrero pintao se lleva “a la pedrá”, lo que significa que quien lo porta es una persona exitosa y triunfadora.
“A la pedrá” lo lleva el hombre cuando usa el vestido típico: pantalones negros, camisa blanca con cuello chino y mangas largas, y baila con una “empollerada”, como se llama a la mujer que usa la “pollera”, el traje tradicional que consta de un faldón, camisola y enaguas ricamente tejidos, un atuendo que se completa con el adorno de múltiples accesorios de oro y perlas.
Pero llevar el sombrero pintao bajo, pero con ambos dobleces en las alas frontal y posterior, también puede significar que el hombre quiere “ron y mujeres”, y si se usa de medio lado, “se dice que el hombre ya está bien tomado, es mentiroso y mujeriego”, dice, entre risas, Quiroz.
Si se usa con el ala delantera doblada y el sombrero echado atrás se dice que es una persona sencilla, tranquila y amigable. Así lo utilizan los trabajadores, porque facilita la acción de secarse el sudor de la frente.
Lo cierto es que llevar el sombrero es una tradición muy arraigada en Panamá, especialmente en el interior del país, y cuando un hombre que lo ha usado muere, sus familiares compran uno nuevo para enterrarlo con él mientras que el que siempre usó se guarda en señal de respeto, relata Quiroz, rodeado de varias decenas de esos elaborados accesorios confeccionados por él y su equipo, compuesto por unos 30 colaboradores.
No hay que confundir al sombrero pintao con el llamado Sombrero Panamá, que pese a ese nombre es oriundo de Ecuador, aunque se hizo famoso en el país centroamericano a finales del siglo XIX, puesto que fue importado masivamente para que lo usaran los obreros de la construcción del Canal de Panamá, según la versión más aceptada.
Pero el Sombrero Panamá, aunque creado en Ecuador, “también forma parte de la historia panameña porque nos dicen, nos cuentan nuestros abuelos, que cuando se comercializó acá fue tanta la demanda que el Gobierno de aquella época, finales del siglo XIX, decidió traer unos maestros sombrereros de Ecuador que establecieron las primeras escuelas aquí en Panamá, precisamente en La Pintada y también en Penonomé”.
HACER UN SOMBRERO, UN ARTE A CARGO DE GENTE SENCILLA.
Durante mucho tiempo era requisito que cada maestro que enseñara en la escuela pública debía saber hacer el Sombrero Panamá, que es el ecuatoriano, pero se perdió con el tiempo y prevaleció la técnica del sombrero pintao, el auténtico de Panamá, añadió el artesano.
“Hasta hace unos 40 años todavía en las escuelas se enseñaba obligatoriamente el tejido del sombrero pintao”, afirma Quiroz.
Hacer un sombrero pintao es todo un arte a cargo de gente sencilla, del pueblo, que aplican técnicas transmitidas de generación en generación. No existe una industria como tal, sino que se trata de artesanos que trabajan en su casa, combinando esa labor con otras como el trabajo en el campo.
Quiroz explica a Acan-Efe que el nacimiento del sombrero pintao “se remonta a hace más de 200 años. Los tejidos son tradicionales indígenas, pero tiene mucha influencia española, al igual que todos los sombreros en Latinoamérica, porque los diseños y la forma de los sombreros vinieron de España”.
En un ejemplar típico se pueden encontrar varias técnicas de tejido, y su costo depende de la complejidad de las mismas: un sombrero pintao que tenga 22 vueltas, uno de los más elaborados, puede costar más de 700 dólares y su confección tardar hasta seis semanas, mientras que los más sencillos se vende en 30 dólares o menos.
Solo se utilizan materiales de origen vegetal: fibras provenientes de plantas como la bellota; el junco, que es familia del papiro; la chonta y la pita, de la que se saca el hilo para tejer el sombrero.
Se trata de especies de palma que se aprovechan cuando aún están en cogollo. Se abren y sus partes más blandas se deshilachan, se hierven con sal durante varias horas y luego se sumergen en agua fría, preferiblemente de río para que no tenga cloro.
Las fibras se dejan a sol y al sereno durante tres días, y el resultado son largas hilachas secas de color crema, que luego son tejidas por los artesanos.
19 DE OCTUBRE, DÍA NACIONAL DEL SOMBRERO PINTAO.
El sombrero pintao exhibe varias técnicas de tejido o pintas, con diferentes nombres: la mosquito lleva muchas pintas negras; la “ñopito” es totalmente blanca, aunque puede llevar una pequeña pinta negra a un lado de la copa.
El sombrero de pinta “riata” es el más tradicional: siempre va estar compuesta de una pinta negra al final de la copa y al final del ala, mientras que en el de “pepita de guate” se teje insertando las fibras de bellota pintadas de negro en medio de la bellota blanca.
El color negro de las pintas proviene de una hoja llamada chisná, que en principio tiñe de color chocolate, pero al exponerse a un lodo compuesto de materia orgánica desencadena un proceso de oxidación que hace que se oscurezca.
“El tinte de chisná es natural y no se corre”, destaca Quiroz, que sin embargo explica que el sombrero pintao requiere de algunos cuidados para que no se deforme, como que no se moje ni se doble, y se guarde envuelto en una tela de hilo blanco o en una bolsa de plástico negra.
En la creación de un sombrero pueden intervenir varias personas, ya que los artesanos se especializan en las diferentes etapas de confección: están los que se dedican a procesar las fibras naturales, a pintarlas con el chisná y otros expertos a tejer el sombrero.
“Un artesano puede llegar a hacer unos 40 sombreros al año, de diferentes tipos”, afirma Quiroz, quien cuenta con una treintena de colaboradores junto a los cuales elabora, además de este accesorio, recuerdos tradicionales.
En el distrito de La Pintada, que alberga a la localidad del mismo nombre y a otras 82 pequeñas comunidades, se pueden encontrar unas 4.000 personas involucradas en la confección de los sombreros pintaos, afirma el maestro.
“Siempre vamos a encontrar personas trabajando en sus propias casas, porque no es una industria, no vamos a encontrar ningún local donde se produzcan los sombreros pintaos”, precisa el artesano, de cerca de 50 años.
El Gobierno del presidente panameño Ricardo Martinelli aprobó en 2011 la instauración del 19 de octubre como el Día del Sombrero Pintao, mientras que en La Pintada se celebra cada año, hacia esa fecha, un festival para exhibir el accesorio.
La Autoridad de Turismo de Panamá (ATP) afirma que el sombrero pintao “forma parte esencial” de la cultura nacional panameña, y “las generaciones actuales deben realizar los esfuerzos necesarios para preservar esta tradición”.
El organismo encargado de la promoción turística del país exhorta a los panameños a velar “por la conservación de la flora, pues si ésta llegara a extinguirse, muere la tradición de la confección del sombrero pintao y con ella parte importante” del folclor nacional.
“De nuestro compromiso y esfuerzo depende que las generaciones futuras puedan seguir apreciando y vistiendo esta prenda colmada de panameñidad”, añade la ATP.
EFE-REPORTAJES.