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En este país y en este estado en particular suceden cosas muy curiosas. Por un lado, hay cosas que se desechan fácilmente, por otro, cosas que se compran sin necesidad alguna.

Como ejemplo está el edificio donde trabajo. Sus flores son regularmente cambiadas cuando estas comienzan a perder sus pétalos. Es así como desechan las plantas usadas y ponen unas nuevas en sus jardines para conservar una imagen primaveral todo el año. Las plantas viejas posiblemente terminen siendo abono, o basura en el peor de los casos.

Y si hablamos de basura, ¿qué decir de todos aquellos productos hechos con materiales tan baratos, que muchas veces aguantan apenas un par de usos? Esos objetos que compramos en tiendas como la llamada “¢99”. Es verdad, están tan baratos que ¿a quién le preocupa? La verdad es que estos productos, originados en cantidades bestialmente inmensas, tienen una vida muy corta y terminan siendo basura demasiado pronto, o en el mejor de los casos, son reciclados un par de veces para hacer otro producto barato, y finalmente- basura. Y eso no es lo peor. Para fabricarlo y venderlo a ese precio tan bajo que tanto nos gusta, las empresas tuvieron que pagar sueldos de hambre a personas en países tercermundistas.

Esas ideas de ofrecer un producto útil y DE CALIDAD y de concederles derechos básicos a muchísimos trabajadores parecen ser cosa del siglo pasado.

Y bueno, no solo el mundo empresarial presenta problemas de carácter moral y sentido común.

A nivel personal, nuestra capacidad de consumo, muchas veces llevada más allá del límite gracias al crédito, nos ha convertido en individuos que cambian de celular constantemente para no verse anticuados, o que compran ropa y zapatos que muchas veces serán reemplazados prontamente por más ropa y zapatos. Claro, existen ciertas tiendas donde se puede donar lo que ya no usamos. Aquellas que aceptan sus donaciones para venderlas como cosas de segunda mano. Negocio redondo es este. No gastan en producir nada nuevo; sin embargo, se enriquecen con la tendencia de la gente a comprar por comprar. Claro que esto tiene sus puntos positivos, por lo menos esas cosas terminan siendo usadas por alguien SI LAS NECESITA. Aunque la verdad, mucha gente ni siquiera se toma la molestia de ir hasta la tienda de donación porque el bote de la basura les queda más cerca.

Y así es como formamos parte de este ciclo habitual de la superproducción -que más bien debería ser llamada infra producción, por así decirlo; por la poca calidad de lo fabricado- en la que compramos cosas baratas sin importar el costo real y moral de su elaboración. El consumismo extremo es en realidad lo que está llevando al mundo al carajo, no la sobrepoblación. Pero los gobiernos se centran en lo segundo para hallar culpables a la situación ambiental y hasta económica, porque si no fuera porque hay mucha gente que ignora el sentido común y busca tener hasta aquello que no puede pagar, no estaríamos en esta crisis en la que estamos, ¿no lo cree?

Mándenos sus comentarios a: rmsandoval@live.com

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