“Las personas tienen muy poco conocimiento acerca de la hepatitis, su potencial gravedad y sus serias consecuencias en la salud y en la calidad de vida”, subraya Carissa F. Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud.
Para aumentar la concienciación sobre esta enfermedad, cada 28 de julio se celebra el día mundial contra la hepatitis. Esta fecha resultó elegida por ser la del nacimiento del profesor Baruch Blumberg, galardonado con el premio Nobel por su trabajo en el descubrimiento del virus de la hepatitis B. “Es bueno saber que mi cumpleaños será recordado de esta manera inusual e inesperada. Nunca pensamos que iba a ocurrir esto cuando estábamos estudiando una proteína extraña procedente de Australia”, afirmó el propio Blumberg.
Asimismo, la Alianza Mundial contra la Hepatitis sostiene que este evento es “una oportunidad para acrecentar la sensibilización e influir en un cambio real en la prevención de la enfermedad y en el acceso a las pruebas y al tratamiento”.
La hepatitis es una inflamación del hígado causada por los virus A, B, C, D o E. “Todos estos virus causan infección a corto plazo o infección aguda. Sin embargo, los virus de la hepatitis B, C y D también pueden producir infección a largo plazo, lo que se denomina hepatitis crónica, que puede originar complicaciones potencialmente mortales como cirrosis, insuficiencia hepática y cáncer de hígado”, detalla este organismo.
En cambio, la hepatitis A no causa enfermedad crónica del hígado y rara vez es mortal. Sus síntomas pueden ser moderados o graves y comprenden fiebre, malestar, pérdida de apetito, diarrea, náuseas, molestias abdominales, orina oscura e ictericia (coloración amarillenta de la piel y la esclerótica ocular). Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) aclara que los infectados no siempre presentan todos estos síntomas.
El virus de la hepatitis A se transmite principalmente por vía fecal-oral, es decir, a través de la ingesta de alimentos o agua contaminados por las heces de una persona infectada, aunque también se puede contraer la enfermedad mediante el contacto directo con un paciente infectado por el virus. “La enfermedad está estrechamente asociada a la falta de agua salubre, a un saneamiento deficiente y a una mala higiene personal”, detalla la OMS.
El virus de la hepatitis E también se transmite por vía fecal-oral, principalmente a través de agua contaminada. “El resultado es, por lo general, una infección autolimitada que se resuelve en cuatro o seis semanas, pero a veces se transforma en insuficiencia hepática aguda, una forma fulminante de hepatitis que puede conducir a la muerte”, señala la OMS. Esta entidad añade que cada año se registran aproximadamente 20 millones de nuevas infecciones por hepatitis E en el mundo.
LA B, EL TIPO MÁS GRAVE DE HEPATITIS VIRAL.
Por su parte, la hepatitis B constituye un importante problema de salud a nivel mundial y según indica la OMS “es el tipo más grave de hepatitis viral”. El virus de la hepatitis B puede provocar enfermedad aguda y crónica. Aunque la mayor parte de los afectados no tienen síntomas durante la fase de infección aguda, algunos pueden presentar ictericia, orina oscura, cansancio intenso, náuseas, vómitos y dolor abdominal.
En algunos casos el virus de la hepatitis B también puede producir una infección hepática crónica, que más tarde puede dar lugar a cirrosis o cáncer de hígado. “La probabilidad de que la infección por el virus de la hepatitis B se vuelva crónica depende de la edad a la que se produzca. Los niños infectados antes de cumplir los seis años son los más expuestos al riesgo de desarrollar infecciones crónicas”, manifiesta la OMS.
Asimismo, expresa que desde 1982 hay una vacuna contra la hepatitis B cuya eficacia es del 95% en la prevención de la infección por VHB y sus consecuencias.
En las zonas donde la hepatitis B es muy prevalente, el virus generalmente se transmite de la madre al niño en el parto o por contacto interpersonal en la primera infancia. Estos tipos de transmisión también pueden representar más de una tercera parte de las infecciones crónicas en zonas de baja endemicidad, aunque en estos entornos las principales vías de contagio son la transmisión sexual y el uso de agujas contaminadas, especialmente entre los consumidores de drogas, señala la OMS.
“El virus de la hepatitis B puede sobrevivir fuera del organismo por lo menos siete días. En ese periodo todavía puede causar infección si penetra en el organismo de una persona no protegida por la vacuna”, expresa la OMS. No obstante, puntualiza que este virus no se transmite por alimentos o agua contaminados ni por contactos ocasionales en el lugar de trabajo.
LA HEPATITIS D Y B, ESTRECHAMENTE LIGADAS.
Otro tipo de hepatitis, la D, está estrechamente relacionada con la hepatitis B. De hecho, el virus D solo se encuentra en personas que ya están infectadas con el virus de la hepatitis B.
La hepatitis D se transmite por contacto con sangre infectada. Así, para prevenir su aparición, la Alianza Mundial contra la Hepatitis recomienda vacunarse contra la hepatitis B y no compartir agujas ni otros objetos como cepillos de dientes, cuchillas de afeitar o tijeras de uñas con una persona infectada. “También es aconsejable evitar hacerse tatuajes o piercings en instalaciones sin licencia”, advierte.
El virus de la hepatitis C se transmite, asimismo, por vía sanguínea. Puede provocar tanto infección aguda como crónica. La OMS manifiesta que aproximadamente entre el 15% y el 45% de las personas infectadas eliminan el virus espontáneamente en un plazo de seis meses, sin necesidad de tratamiento alguno. El resto, sin embargo, desarrollará la infección crónica y parte de ellas correrán el riesgo de sufrir una cirrosis hepática en un plazo de veinte años.
“Dado que la infección aguda con el VHC es generalmente asintomática, su diagnóstico precoz es muy infrecuente. En las personas que desarrollan la infección crónica con el VHC, esta puede permanecer sin diagnóstico hasta que se haya producido un grave daño hepático”, expone la OMS.
Una infección crónica con el virus de la hepatitis C puede implicar la necesidad de un trasplante de hígado. Hasta hace poco tiempo, la terapia habitual contra este virus era una combinación de dos medicamentos denominados interferón y ribavirina. Pero recientemente han aparecido nuevos fármacos antivirales de acción directa de segunda generación lo que, según los expertos de la Sociedad Española de Patología Digestiva, abre nuevas perspectivas en el trasplante hepático.
“Uno de los problemas de la hepatitis C es que, pese al tratamiento, en los pacientes con cáncer o en aquellos que han sido trasplantados se produce muy a menudo la reinfección del virus de la hepatitis C, lo que hace necesario iniciar otra vez el proceso y realizar un nuevo trasplante. En cambio, los nuevos fármacos reducen la reinfección tras el trasplante al negativizar el virus”, explica Javier Crespo García, especialista del aparato digestivo y experto de la Sociedad Española de Patología Digestiva.
En este sentido, el doctor Crespo considera que la administración de estos fármacos se debe priorizar entre los pacientes en lista de espera para un trasplante hepático, de modo que no se trasplante un hígado a personas que todavía tienen el virus C activo.
“La conclusión de todo ello es que los nuevos tratamientos nos permiten ‘liberar’ hígados susceptibles de ser trasplantados y disponer de ellos para pacientes con otras patologías hepáticas graves, cambiando por completo el panorama actual del trasplante hepático”, subraya el especialista.
EFE-REPORTAJES