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Me preguntan varios, ¿qué piensas de lo que dijo Donald Trump en contra de los mexicanos? A todos ellos doy la misma respuesta: a payasos como él, entre menor atención les des, mejor.

Y es que en realidad el señor es un “prostituto de los medios” -parafraseando a medio mundo en la Internet-. De eso pide su limosna, de la atención pública, la cual le produce ratings, eleva su status de celebridad.

Ya lo dijo Cervantes a través de su ingenioso Hidalgo, “Que hablen de mí, aunque sea mal”, o “con fama, aunque infame”.

Y mientras que temas tan ociosos como este rondan indefinidamente entre el público, temas de gran importancia que afectan a todos de forma directa, son ‘directamente ignorados por todos’.

Por ejemplo, ¿sabía usted que el día de ayer el senado en EE.UU. aprobó las vacunas obligatorias para niños que ingresen en colegios públicos o privados?

El gobernador de California ya dio a saber que firmará la tan controversial ley.

Pero, ¿qué hay de aquellos padres que, por su religión, se niegan a usar esas vacunas con tejido de fetos abortados?

Pues tienen dos opciones; olvidarse de sus principios religiosos u olvidarse de la educación de sus hijos, ya que sin vacunas, pues simplemente estos no serán aceptados en ninguna escuela.

Por otra parte, aquellos que hayan tenido malas experiencias gracias a las vacunas y que se nieguen a seguir vacunando a sus hijos, estarán ahora en una encrucijada similar.

Pero, ¿qué hay de las excepciones médicas? Pues estas quedan a juicio de los doctores. Sin embargo, prácticamente, solo aquellos niños que tengan familiares que hayan muerto por vacunas tienen la posibilidad de obtener una excepción de este tipo. Todos los que presenten síntomas regulares como malestar, irritación, fiebre, reacciones alérgicas severas o fatales, ataques epilépticos, esclerosis múltiple, autismo -aunque muchos debaten acerca de ello-, etc., no podrán estar exentos. Y los que presenten síndrome de muerte infantil, pues obviamente, mucho menos.

Entonces, tiene que haber un muerto de por medio para adquirir un “perdón” por parte de las autoridades. Y digo precisamente “perdón”; porque a final de cuentas, el inocular a un hijo con vacunas que contienen entre otras cosas formaldehido, mercurio, tejidos animales, fenol, polisorbato 80, entre otros tóxicos; parece más un castigo que una bendición, sobre todo tomando en cuenta que vacunarse no garantiza ni inmunidad ni su seguridad.

También es cierto que hay vacunados que presentan la enfermedad que la vacuna supuestamente iba a evitar. Por otro lado, aquellos que se vacunan, resultan un peligro para los que no pueden hacerlo, ya que durante el periodo de inoculación, se vuelven contagiosos.

En la balanza, tasando la supuesta o temporal inmunidad con los posibles efectos por tanto tóxico en las vacunas, para un padre responsable es lógico pensar que es preferible elegir como se enferma su hijo -o por las vacunas, o por la vaga probabilidad de pescar una enfermedad que en este país, rara vez resulta ser fatal.

Hay mucha madeja para sacar cuando se trata de este tema. Sin embargo, el debate público inclinado fácilmente hacia los temas superficiales, a las opiniones oficiales y a las obvias cortinas de humo, se vuelca hacia lo que dictan los noticieros, los cuales, cuando a las vacunas se refiere, más que noticias, presentan juicios poco parciales y favorables para la inoculación obligatoria.

Por cosas como estas, mi respuesta sobre asuntos banales y absurdos como lo que dijo o no el payaso aquel, es siempre la misma: “mejor hablemos de algo importante, ¿no?”