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El escritor Ralph Waldo Emerson nos dijo en alguna ocasión: el pensamiento es la semilla de la acción.

El hacer planes a futuro es uno de los rasgos que más nos identifican a los seres humanos. Sin embargo, hay planes que nunca llegan a fructificar. Esto es algo que todos hemos compartido en alguna etapa de nuestras vidas.

Tal vez esos propósitos tengan que ver con cosas externas como adquirir un nuevo trabajo, realizar un viaje, comprar casa, carro. O posiblemente sea todo lo contrario. Quizá eso que buscamos sea simplificar nuestras vidas que con el pasar de los años parecen volverse más complejas.

Ya sea algo material o alguna necesidad interior, todos necesitamos ciertos cambios de forma periódica.

Es por eso que cada 365 días, mucha gente se sujeta a los rituales de planear y hacer proyectos en año nuevo.

Un nuevo comienzo es siempre atractivo. Sobre todo porque formamos parte de la única especie en esta tierra que termina cayendo en las mismas trampas. Allí radica nuestra fragilidad y nuestra necesidad de redención. Iniciar nuevamente es también una especie de sanación mental necesaria para continuar cada uno de nuestros caminos.

Y es que ya sabemos, la vida no es fácil y no todo lo que deseamos se nos puede cumplir.

Pero nada habla mejor de nuestro buen carácter como esa tenacidad por lograr algo. La perseverancia siempre da frutos, aun cuando no sean aquellos tan buscados.

La sabiduría adquirida en el camino nos hace mejores. La corrección y aceptación de nuestros propios errores nos hace no solo humildes, sino sabios. Y esa virtud es, al fin y al cabo, la mejor posesión en nuestras existencias La que nos ayuda a ser felices a pesar de todo.

Pero ese proceso de crecimiento se inicia plantando aquella semilla de la que hablaba Emerson. Alimentándola. Dejándola crecer y florecer. Y es que pensamiento sin acción, solo es una posibilidad sin esperanza. Una quimera que puebla nuestras mentes y solo nos hace sentir insatisfechos.

Es por eso que les deseo, en este inicio de año, que el ánimo no les falte al buscar cumplir sus planes. Que cada obstáculo les aliente a intentarlo nuevamente. Y que al final de todo, puedan ver un frondoso árbol, nutrido por sus acciones. Y que al final, al probar ese fruto tan deseado, tengan con quien compartirlo. Porque tanto la riqueza material como la espiritual, si no se comparten, de nada nos sirven.