Skip to content

LIBROS: “Las yeguas desbocadas”, de Guadalupe Loaeza recupera el “discreto encanto” de la clase media

Author

CIUDAD DE MÉXICO 13-Feb .- Guadalupe Loeza tuvo lectores antes de publicar novelas o artículos de prensa. Las cartas que enviaba de París a México en los años 60, veinteañera entonces, las leían sus destinatarios en familia los domingos, anticipo de las columnas semanales que publicaría 20 años después.

“Mis amigas me decían: ‘que dicen mis papás que me escribas más seguido porque los domingos leemos tus cartas'”, cuenta la autora de Las niñas bien.

En rigurosa letra manuscrita las más tempranas -no torcía líneas ni invadía renglones-, mecanografiadas las más tardías, las misivas abultan una carpeta verde de gruesos aros en su librero, testimonio no sólo de su precocidad por las letras, sino también fuente literaria, pues de ellas abrevará para relatar la tercera parte de la historia de Sofía Garay, una mujer adicta a la verdad.

Las yeguas finas, de 2003, primera de la serie, relata la infancia del personaje, mientras en Las yeguas desbocadas, la segunda parte de reciente publicación, Sofía, quien ha cumplido 16 años, es una adolescente crítica de la burguesía que la rodea.

“Hay de crítica a críticas; la que hace no es amarga, no es ácida. La novela contiene denuncia, pero con ironía, nostalgia y humor, que aporta un matiz muy importante”, apunta la también periodista.

“Sofía es el producto de la típica familia mexicana burguesa con pretensiones y con valores muy equivocados, con falsos valores. Ella padece ese mundo, no lo entiende. Su mamá le dice: ‘tienes que salir en el concurso de las niñas mejor vestidas de México’, y ella no quiere. Además (su familia) no tenía dinero, imagínese las contradicciones”.

Aunque su madre Inés la etiqueta como tonta, Sofía no cede, se cuestiona, se rebela, se desboca, harta de las apariencias, la doble moral, el caos, los gritos y sombrerazos de su numerosa familia y de la represión hacia las mujeres.

“Desbocarse en esa época era no quedarse con los brazos cruzados, era querer conocer otros mundos, ser curioso. En su casa Sofía vivía situaciones límite, no había horarios, ni estructura, ni amor. Eso le daba mucha inseguridad”, apunta Loaeza sobre su protagonista, que aparece también en otros textos.

Otro personaje principal de Las yeguas desbocadas es la Ciudad de México en los años 60, con lugares como la Zona Rosa, cuyas calles conjuraban la desazón de Sofía.

“Encontraba en los cafés a Carlos Monsiváis, a José Luis Cuevas, a José Emilio Pacheco. Describo en la Zona Rosa ese boom que se dio entre los intelectuales porque era el lugar de encuentro para los jóvenes de entonces. Era muy cosmopolita, toda proporción guardada era nuestro quartier latin, nuestro barrio latino”.

Al mismo tiempo exhibe el clasismo y el racismo de la sociedad de entonces, aunque la mezquindad persiste, advierte la también autora de Las reinas de Polanco y Compro, luego existo.

“Todos los grandes empresarios estaban muy cerca del poder. Ahora ya no tanto, el PRI los tiene muy decepcionados”, señala la escritora, quien introduce en su obra pasajes autobiográficos “porque uno escribe de lo que conoce”, pero en un relato ficticio: “lo más bonito de la literatura es la ficción”, asegura.

Con su carpeta verde de grandes aros, guarida de sus cartas, Loaeza apremia a preservar la memoria ante el dominio digital.

Las yeguas desbocadas (Planeta) se presenta en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería el 23 de febrero con los comentarios de José Luis Martínez y Ernesto Murguía