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Las imágenes fueron rápidas, confusas y difíciles de digerir. Un automóvil arrollando a personas que protestaban en contra de grupos de odio en Charlestonville Virginia, quienes a su vez se manifestaban en contra del retiro de símbolos confederativos considerados racistas.

Si bien había fricción entre ambos bandos, el acto cometido por uno de los supremacistas blancos fue abominable y desquiciado, por decir poco. Una mujer muerta -Heather Hayer- y diecinueve heridos fueron el saldo de su acción.

Por su parte, Trump se rehusó a llamar el acto por lo que es; terrorismo. El presidente, tampoco parece estar dispuesto a aceptar que alguien de uno de los grupos que le respaldan -Nazis, Ku Kux Klan y supremacistas blancos-, sea el culpable de tan bajo acto. Según sus palabras, la culpa recae en ambos bandos. Debo decir que esta fue una respuesta bastante blendengue para un presidente que creó una oficina especializada en recibir reportes sobre “crímenes hechos por inmigrantes”. ¿Quiere decir que los crímenes hechos por hombres blancos son inválidos ante sus ojos?

Son esas sus respuestas y sus negaciones tan impúdicas las que una vez más, han volcado a una gran porción de la nación en contra de la presente administración.

Pero el hecho de que Trump no quiera aceptar lo que claramente fue un acto terrorista es de esperarse. Su campaña no solo fue basada en el odio racial y en la demagogia. Fue precisamente esa campaña la que avivó el fuego y propagó dicho odio por toda la nación.

Sus seguidores se sintieron validados finalmente al ver que el entonces candidato, culpaba a mexicanos e islámicos por los males de la nación, que les llamaba criminales y que prometía cerrarles la frontera para poner a “América primero”.

Aquellos que limitaban sus opiniones racistas a los confines de sus casas, de repente se sintieron con el valor de decirlas abiertamente en público gracias a las incendiarias palabras del entonces candidato al que muchos tildaban de payaso. Se sintieron con la seguridad para atacar a gente que no fuera de raza blanca a pesar de notar celulares grabando a su alrededor.

Es por todo esto que el presidente no tiene ni intensiones ni calidad moral suficiente para poder aceptar lo que claramente salta a la vista. Y es por esto mismo que trata de balancear la culpa entre ambos bandos.

Pero como dijo el Senador John McCain al respecto: “No puede haber equivalencia moral entre el racismo y los estadounidenses desafiando el odio y el fanatismo.”