Skip to content
Author
PUBLISHED: | UPDATED:

No encuentro mis lentes. He buscado debajo de los muebles, en la repisa del baño, en el cajón del buró, en la mesa de la sala y no aparecen. Sé muy bien de la tendencia de algunos objetos a la desaparición y no me espanta, simplemente algunas cosas deciden fugarse de este mundo. Revise usted los últimos meses de su vida y descubrirá objetos que se fueron y nunca volverán. No es el caso de mis nuevos lentes multifocales con los cuales veo desde arañas pequeñísimas que descienden en arneses invisibles hasta erratas de mano propia en mis artículos que me descomponen y enfurecen.

Por ningún lado. Recurrí al método del desinterés. Si usted ha perdido algo, incluso un amor, haga de cuenta que no le importa y aparecerá de pronto. Nada. Un método más radical y eficaz: San Panus, que aparezcan mis lentes, San Panus. Mi hijo me encontró un tanto agitado. Le expliqué mi desgracia. Me tomó del brazo, me guió al baño y colocó frente al espejo. Me dijo sin encono ni afanes parricidas:

-Los tienes puestos.

Sentí que entraba a un crepúsculo y me perdía en esas luces violetas y rojizas que anuncian a la noche. En esta época de mi vida los objetos se esconden de mí, juegan conmigo, se burlan de su servidor en los umbrales, un verdadero carnaval del ridículo. Las llaves del coche, una lucha muerte con la memoria, las dejo en un lugar y aparecen en otro tan campantes. El libro que leo decide ocultarse durante una hora desesperante, quizá se trate de un forma de la crítica literaria, alguien quiere encausar mi gusto desde las sombras.

Desde hace tiempo paso por un momento difícil al salir del baño. Olvido cerrarme la bragueta. Me he contado la historia de que entregado a mis pensamientos olvido subir el cierre. Si esto es cierto, antes no pensaba pues no me ocurría regresar a la mesa con la bragueta abajo. Me acordé del dicho de infancia: traes abierta la botica.

La rebelión de los objetos ha tomado dimensiones de auténtica revolución. El iPad y el iPhone tomaron por su cuenta el destino. Sólo Dios sabe en dónde se encuentran los aparatos y al parecer no piensa comunicármelo. Me enteré cuando quise consultar en Wikipedia la historia de Eric Kandel, neurofisiólogo de fuste y fusta que descubrió la fisiología de la memoria. Me llamé a mí mismo y no en un sentido figurado. Tuve dificultades, rara vez marco mi número celular. Intente usted marcar su número ahora mismo. Si lo traigo en vibrador, pensé, se jodió el asunto y no lo encontraré hasta mañana si me va bien. Marqué. A lo lejos se oyó la marimba. Sí, el timbre de mi teléfono reproduce el sonido de una marimba, algo rara, pero marimba.

El científico Kandel descubrió el lugar en el cual ocurre la memoria humana estudiando la Aplysia, una especie de vaquita marina que tiene unos mecanismos neuronales que funcionan de manera parecida a la de los humanos. Toda complejidad encierra una simplicidad asombrosa, pero me desvío, no era de la Aplysia y el neurofisiólogo Kandel de lo que quería hablar, sino de los objetos perdidos. Los audífonos del iPhone, necesarísimos para aislarnos del mundo mediante la música metida como un taquete en el cerebro, hace tiempo que se fueron. He tenido una seria discusión:

-Te los robó el mesero de aquel restaurante de la Condesa -me dijo mi mujer.

Algunas personas que olvidan cosas, de inmediato acusan a quienes las rodean de robos imaginarios. Mi versión de la vida es bastante más compasiva: un día los objetos se van, como los hijos.

-Tu idea de que los meseros son ladrones no funciona, al menos en este caso.

-Los robó el mesero.

No quise seguir. Cedí, para qué darle vueltas al asunto. Se los robó el mesero y listo, pero la verdad es que desaparecieron, sin más. ¿A dónde van todos los objetos que se pierden? ¿Hay un mundo en el cual lo que perdemos aquí es una novedad allá? Quizá todas nuestras novedades son cosas perdidas en otro mundo.

Amigos que no me malquieren han puesto a mi disposición diversas hipótesis ante la revolución de los objetos y la memoria perdida: 1) Estrés. 2) Ingestión de Tafil durante mucho tiempo. 3) Simple distracción. 4) Estupidez. Yo digo que con el tiempo y la edad, los objetos se van y san se acabó.

¿Dónde dejé mis lentes? No los encuentro.

Twitter: @RPérezGay