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¿Trabalenguas? No, mis queridos lectores, al menos que lo repitan una y otra vez, al derecho y al revés: Romney y Ryan, Ryan y Romney- ¿Empalagoso? Tal vez, pero más tarda en pasar el efecto de la rima que en darse uno cuenta de quiénes son los personajes. ¿Convincente? Dependerá de los votantes en EU.

La fórmula republicana para reconquistar la Casa Blanca es precisamente eso: muy blanca. Al escoger a Paul Ryan como su compañero de campaña, Mitt Romney ha hecho una apuesta, asumió tácitamente que no le interesa el voto de las minorías, ni la hispana ni de la afroamericana. Esta segunda era tal vez imposible de conquistar, pero los hispanos pudieron ser materia abierta a ser cortejada. El dúo conservador ha renunciado abiertamente a buscar sus simpatías.

Eso no es lo único a lo que Romney le apostó con la selección de su candidato a la vicepresidencia, con el que tiene tan buena química que muchos ya se han preguntado, en apariciones conjuntas previas al anuncio, si se trataría de uno de los hijos del ex gobernador de Massachusetts. El joven congresista de Wisconsin, de 42 años, bromea con Romney con desparpajo y enorme confianza; tanto, que el gazapo de Romney al introducirlo públicamente: “Con ustedes, el próximo presidente de EU” pudo haber sido por igual un tropiezo verbal que un lapsus freudiano.

No debió ser fácil para Romney decidirse por su acompañante. El equipo de campaña de Obama lanzó una ofensiva preventiva contra Romney, donde lo presentó demasiado rico como para entender al estadounidense común. La percepción ha ido asentándose en que Romney es más empresario que hombre público, y que sabe más de recortes masivos que de empatía con los desempleados; más de cómo pagar pocos impuestos en lo personal que de cómo recortarlos para el resto.

A lo largo del proceso de las elecciones primarias, sus contrincantes republicanos, en particular Newt Gingrich, lo atacó con argumentos similares y ayudó a construir la imagen que hoy aqueja al abanderado conservador, de cuyas credenciales derechistas sospechan muchos adeptos del Tea Party. No puede sorprender que en muchos sondeos de opinión, Romney aparezca mejor valorado en términos de su calificación para ser presidente (economía, empleos, reducción de la deuda) pero muy por debajo de Obama, en simpatía, empatía y afabilidad.

La elección de Ryan busca contraatacar por varios frentes: frescura y carisma ante la frialdad de Romney; es un conservador hecho y derecho cuyas propuestas fiscales son radicalmente opuestas a las de Obama, y plantea una atracción adicional para los derechistas que no se ven reflejados en Romney. Aunque está bien definido en lo económico, no es un extremista en lo social; y su religión católica tranquiliza a las mentes piadosas de algunos republicanos.

La primera impresión que ha causado Ryan es favorable entre los republicanos. Con esto Romney ha pintado de cuerpo completo su campaña, y los estadounidenses tendrán una clara decisión entre dos ideologías, dos visiones distintas de hacia dónde debe marchar su país. De eso se trata finalmente, elegir no sólo a personas, sino también sus proyectos.

Twitter: @gabrielguerrac