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Veterana activista de la frontera: “Hay ideología detrás de la deportación”

Sus más de dos décadas de activismo obrero en ambos lados de la frontera, tanto en las polémicas maquiladoras de México como en los empleos invisibles de Estados Unidos, la empujan ahora a situar las deportaciones como prioridad política para la comunidad latina: "Hay una ideología detrás de ellas", sostiene Martha Ojeda.
Sus más de dos décadas de activismo obrero en ambos lados de la frontera, tanto en las polémicas maquiladoras de México como en los empleos invisibles de Estados Unidos, la empujan ahora a situar las deportaciones como prioridad política para la comunidad latina: “Hay una ideología detrás de ellas”, sostiene Martha Ojeda.
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Houston (TX), 13 jun (EFEUSA).- Sus más de dos décadas de activismo obrero en ambos lados de la frontera, tanto en las polémicas maquiladoras de México como en los empleos invisibles de Estados Unidos, la empujan ahora a situar las deportaciones como prioridad política para la comunidad latina: “Hay una ideología detrás de ellas”, sostiene Martha Ojeda.

Sin la recesión económica, las deportaciones no hubieran alcanzado los niveles de los últimos años, opina esta mexicana, que pidió en los 90 asilo político en Estados Unidos y que entona una de las voces más críticas con el tratado de libre comercio de América del Norte, que cumple ahora dos décadas.

Durante la entrevista con Efe, algunos trabajadores se toman fotografías con Martha hablando de fondo y otros indocumentados, como Karina, le dan un efusivo abrazo al verla y le cuchichean que ya han dado su primera entrevista a la prensa.

“A Karina la preparé en Washington hace unos días y, pum, ya está lista”, cuenta la veterana activista sobre una de los inmigrantes en situación irregular que han recibido formación para convertir su historia personal en un instrumento de presión política.

“Son ellos quienes deben llevar la voz, pero no con un testimonio de sufrimiento o para despertar la compasión, sino para exigir lo que es nuestro”, deja claro Ojeda. “Me decían ‘escríbame algo’, pero yo quiero que digan qué siente su corazón, que saquen esa rabia, ese coraje, esa impotencia”.

Ante los políticos y la opinión pública, los nuevos activistas tienen que ejemplificar con su propia historia esas injusticias tan presentes en las pancartas de queja: la deportación de un hermano, la falta de trabajo, la última redada o el escollo para rentar un departamento.

¿Hay una planificación sobre los temas de protesta? “Definitivamente sí”, responde sin apuros. “Sabemos que Obama puede dar una orden ejecutiva contra las deportaciones y, aunque sea provisional, es muy complicado que te quiten algo una vez que ya lo tienes”.

No hay en la actualidad en Estados Unidos protesta de la comunidad latina sin reproches al presidente Obama por una cifra tan redonda como férrea: más de 2 millones de inmigrantes deportados a sus países desde que llegó al Despacho Oval.

“Hay una ideología en toda esta deportación”, acusa la activista, que apunta a la crisis económica de 2008 como detonante. “Lo mismo hicieron en la crisis de 1930. Estados Unidos abre y cierra las puertas cuando le da su gana y cuando necesita nuestra mano de obra”.

Nacida en Nuevo Laredo, en la frontera mexicana con Texas, Ojeda es titulada en Derecho, ha sido directora ejecutiva de la Coalición pro Justicia en las Maquiladoras y es jefa de campaña del Centro de Trabajadores Justicia y Fe de Houston.

Pero antes de todo eso, trabajó durante dos décadas como obrera en las fábricas extranjeras instaladas en territorio mexicano, fue en esas maquiladoras donde se erigió como líder sindical y donde sus compañeras sufragaron sus estudios de Derecho.

Quería tener conocimiento legal para enfrentarse a la patronal: “Identifiqué que ese modelo laboral idiotiza; nos tenían como robots; producir, producir, pero no querían que pensáramos”, rememora.

Ojeda cree que la generación de los noventa, la frontera fue “un laboratorio” para la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un acuerdo económico entre México, Estados Unidos y Canadá que cumple este año dos décadas.

“Teníamos unos salarios miserables y producíamos unos artículos que no podíamos consumir. Cientos de niños nacían con defectos de crecimiento, sin cerebro, sin cuero cabelludo, con la espina dorsal abierta”, subraya.

En 1994, cuando trabajaba para la multinacional Sony, capitaneó una huelga que paralizó siete plantas de producción en Nuevo Laredo, la cual generó una dura represión contra los trabajadores y puso el foco internacional sobre los peligros de externalizar la producción al Sur.

Se refugió entonces en Estados Unidos, pidió asilo político y trabajó en fábricas en San Antonio.

Dos décadas después, siendo activista en ambos lados de la frontera, cree que los organismos internacionales se limitan a hacer recomendaciones sobre estos problemas transfronterizos y habla de “impunidad” de las grandes corporaciones.

Eso sí, ve una clara relación “causa-efecto” entre lo que denunciaba en México en 1994 y lo que denuncia en Estados Unidos en 2014. “Esta inmigración la detonaron esos acuerdos políticos internacionales”, sostiene.

Para Ojeda, la llegada del capital estadounidense a México dejó a miles de campesinos sin campo y con la inmigración al norte como única opción; y el cierre de plantas de producción con la crisis global avivó el narcotráfico y la inseguridad en la frontera.

La mexicana aplica la misma receta ahora que con la llegada del libre comercio, que es “conseguir vencer el miedo”, y da voz a nuevos activistas inmigrantes “construyendo su confianza”.

“Es un proceso de acompañamiento, de estar al lado de cada uno y sufrir lo que sufre. Es lo único que hace que puedan cambiar las cosas”. Y a cambiar las cosas es a lo que se dedica ella. EFEUSA