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“Selfies”, autoretratos instantáneos, síntoma de las ansiedades del Siglo XXI

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A diferencia de otras formas de registro (pintura, fotografía, grabado, dibujo-), la fotografía digital puede borrarse con la misma facilidad que fue tomada.

Esto tiene sus ventajas y desventajas.

La ventaja es que no se necesita gastar tanto papel y materiales para adquirir la habilidad de encuadrar y reproducir una imagen.

La desventaja es que crea una noción de vulnerabilidad y vacuidad nunca antes conocida. Es cierto que las fotos en papel se podría deteriorar o perder en un descuido, pero la fotografía digital depende de un programa y de un dispositivo electrónico para su funcionamiento. Además, con un solo click puede desaparecer.

Esto genera cierta ansiedad que se busca sobrecompensar a través de la reproducción de las imágenes en múltiples formatos y aplicaciones.

El tercer “hashtag” más popular en Instagram es #me y #selfie con más de 35 millones de publicaciones compartidas.

“Selfie” que en español equivale a un “yo mismo”, fue nombrada la palabra del año en el Diccionario Oxford, para el 2013.

La fotografía de uno mismo, y con sus amigos, ha sido algo común en la fotografía analógica. Es un recuerdo de que uno fue así y estuvo con alguien. Esto es válido principalmente si se trataba de eventos importantes.

Pero lo que distingue a los “selfies” es que la persona que conserva la imagen es la misma que la produce, y con esto tiene garantizado el control total de la frecuencia con que lo quiere hacer y en la forma que lo quiere hacer.

Si. Como dicen algunos, se trata de una actividad narcisista. Pero, no solo eso, es un poco el síntoma de la ansiedad del Siglo XXI de “estar en todos los lugares y en ninguno”.

Antiguamente, los monarcas que querían preservar su imagen en la memoria de los pueblos se mandaban hacer un retrato al óleo, y en el Siglo XX, cuando alguien aparecía en las publicaciones impresas era un signo de permanencia.

Hoy, cualquiera puede aparecer en una pantalla. Pero, al mismo tiempo, las imágenes en pixeles son tantas que se corre el riesgo de diluirse en esa explosión iconográfica.

La compulsión por los “selfies” es la respuesta.