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Nicanor Parra
Nicanor Parra
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El autor chileno creador de la antipoesía acaba de cumplir 101 años. Postulado cinco veces al Premio Nobel de Literatura, se le compara con Pablo Neruda, o Gabriela Mistral. Su estilo rompió la estructura clásica de la lírica, acercando las letras al común de los mortales. Nadie sabe si ser antipoeta es algo bueno o malo, pero su genialidad nadie la discute.

Era 1937. Por las calles de Santiago caminaba el presidente chileno Arturo Alessandri junto a “Ulk”, su perro gran danés. Ese mismo año, pero en Chillán, un novel provinciano publicaba su primer libro, “Cancionero sin nombre”. Fue el inicio literario de Nicanor Parra Sandoval.

A veces es difícil señalar la fecha del comienzo de la obra de un autor. La bibliografía de Parra indica que en 1937 publicó su primer libro y que al año siguiente ganó el Premio Municipal de Poesía de Santiago. Varios críticos literarios apuntan esa fecha como su partida.

La misma que marca a la Generación del 38, una camada de escritores que marcó una época en el mundo literario chileno. La característica de ese movimiento era que estaba marcado por ser, en general, apolítico, más exactamente izquierdista no militante, postura que ayuda a entender muchas cosas de Parra.

ESTILO TERRENAL Y DIRECTO.

El antipoeta, que el pasado 5 de septiembre cumplió 101 años, estudió matemáticas y

física en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Algo raro, ya que en su etapa de colegial su fuerte eran las áreas humanísticas.

Parra decía que lo hizo para demostrarle a “esos desgraciados” que no sabían nada de matemáticas. Paralelamente se matriculó en ingeniería, leyes e inglés, estudios que después abandonó.

Lo que muy pocos saben es que dentro de sus primeras obras figura su tesis para optar al grado de profesor de matemáticas y física de 1940. Porque, en lugar de un trabajo propio de la carrera de Matemáticas, Parra escribió algo parecido a una corriente de la consciencia, una tesis que tituló “Rene Descartes. Datos biográficos, estudio de su obra, juicios”.

La memoria abordaba la biografía del filósofo, juzgaba la asertividad de las matemáticas e incluso reflexionaba en torno a la felicidad, muchas veces metaforizando sus ideas.

El Parra veinteañero jugaba así en su tesis: “La expresión más acabada de la ley es la fórmula matemática. La fórmula matemática nos resuelve un conflicto de cantidad. Y a todo esto: ¿Seremos felices cuando conocemos la ley madre de todas? (-) ¿Se habrán acabado en ese día los absurdos soldados? ¿Quemará ese día su guitarra el poeta?”.

Reflexiones de Parra, en medio de su tesis que, de alguna manera, justificaba con las alusiones a Descartes para hablar sobre la vida. Ya entonces se notaba como encaminaba su narrativa por el estilo terrenal y directo. A la larga, lo antipoético.

Quizás esa mirada desafiante al mundo matemático le llevó a dar clases, entre 1972 y 1994, en la Escuela de Ingeniería y Ciencias de la Universidad de Chile. Dictó el curso de literatura, como pretexto para transformar los números en reflexiones.

Algunos de sus alumnos recuerdan que en una primera clase -de las tantas-, hizo un curso de cueca (el baile típico chileno), ya que nadie sabía bailar. Así como sus clases, su salida de la universidad también fue polémica.

La casa de estudios de Andrés Bello le pidió que indicara en un registro sus horas de clases. Parra anotó un cero. Según él, no daba clases, una broma que la universidad no le toleró y que terminó gatillando su salida.

GRAN PENSADOR DEL SIGLO XX.

Algunos artículos sin mucha reflexión ni argumentación tildan a Parra de ser un oportunista con un ingenio que puede ser superado por cualquier borracho.

En 1998 el desaparecido escritor chileno Roberto Bolaño visitó al antipoeta en su casa del balneario de Las Cruces y dijo después: “Le debo todo a Parra”.

Se puede ir un poco más lejos en el tiempo, cuando toda crítica chilena literaria quedaba a la repetición de lo que decía en la prensa Hernán Díaz Arrieta, “Alone”, el mismo que trató de oportunista a Volodia Teitelboim por su “Antología de la Nueva Poesía Chilena” en 1935, en la que incluyó sus propias obras entre las de Neruda, Huidobro y Pablo de Rokha.

Sobre Parra, “Alone” escribió en el diario chileno”El Mercurio” en 1954: “El más pujante, sonriente, floral, y festival de los poetas nuevos, un joven ya maduro, perfectamente formado, impetuoso, divertido, soñador de pronto, y lejano, acróbata cuando quiera, sugerente, imprevisible, inagotable, familiar, exquisito, cargador de una fuerza contagiosa que lo hace a uno sentirse mejor (-)”.

Quizás, el gran problema de Parra, es que, como reconoce él mismo, relativiza todo, incluso la revolución.

Nunca la izquierda le perdonó el té en la Casa Blanca con la esposa del presidente Richard Nixon. Parra se defendió diciendo que Pat Nixon le regaló un libro. Más grave fue que nunca se manifestara públicamente contra la dictadura de Pinochet, pero sí que lo hizo cuando montó su obra con sus poemas.

Entonces, el antipoeta narró a fines de los ochenta: “En Chile no se respetan los derechos humanos. Aquí no existe libertad de prensa. Aquí mandan los multimillonarios. El gallinero está a cargo del zorro”. Las frases le salieron caras, porque la dictadura mandó a quemar la carpa donde presentaba su obra.

Al final, por hablar contra la dictadura y por el té en la Casa Blanca, ni la izquierda ni la derecha lo respetaron. Vivió durante años con el odio permanente de los grupos políticos tradicionales, que aún no le perdonan esos actos.

Parra ha sido postulado cinco veces al Premio Nobel de Literatura. Se le compara con Pablo Neruda, o Gabriela Mistral. Pero muy pocos saben -como suele pasar con muchas cosas del escritor- que él también tuvo su propio “Alturas de Machu Picchu”, el disco que el conjunto Los Jaivas le tributó a Neruda .

En 1992 la banda chilena Congreso publicó el trabajo “Pichanga, profecías a falta de ecuaciones. Antipoemas de Nicanor Parra”, una obra musical desarrollada sobre la base de los versos del antipoeta.

Hace 21 años Parra se deprimía si no lo entrevistaban cada semana. Hoy no concede entrevistas, suele hablar en contra de los periodistas y prohíbe que le hablen con micrófonos, pero guarda todas las publicaciones que llevan su nombre. Los últimos registros de él en los diarios son esporádicos.

Quizás Parra no fue el máximo exponente de los derechos humanos, ni de la izquierda. Ahora está más cerca de Nietzsche o del Tao, pero nadie duda de que es uno de los grandes pensadores del siglo XX chileno.

Parra cambió todo, rompió la estructura clásica de la lírica, acercó las letras al común de los mortales, entendió que no se necesitan demasiadas flores en las palabras para expresar las emociones, y sobre todo, para transformar lo lejano en algo normal.

Porque el antipoema: “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona” entendió la nueva lógica del mundo, de la sociedad actual. Nadie sabe si ser antipoeta es algo bueno o malo, pero su genialidad nadie la discute. EFE/REPORTAJES