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Esta semana continuaron las protestas de los “indignados” contra los manejos del sistema financiero nacional. Líderes republicanos y demócratas tuvieron diferente apreciación acerca de su naturaleza política.

Unos se apresuraron a calificarlos como una “turba”, mientras que otros líderes consideraron que era una reacción esperada de enojo debido a la forma en que las maniobras de la política económica solo han beneficiado al uno por ciento de los norteamericanos más acaudalados.

Cualquiera que sea la apreciación de este movimiento, sus participantes mercen la misma consideración que tuvo el “Tea Party”.

Sus participantes han insistido que obedecen a intereses partidistas, postulándose acaso solo como animadores de una discusión política y voceros de un descontento que no ha tenido suficiente atención.

Trátese de desempleados, sindicalistas, personas que perdieron sus casas o estudiantes que ven cada vez más difícil su futuro económico, el movimiento que ha hecho plantones en las principales ciudades norteamericanas es un síntoma de salud de la democracia.

Tomarlos en cuenta, por lo que significan para la discusión de la agenda nacional, es signo de madurez.