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En el marco de la Constitución, se debe saludar todo intento de animar el debate de los grandes temas nacionales. El movimiento de los Indignados, aunque para muchos es algo que no tiene cabeza, es un esfuerzo legítimo para remplantear las prioridades en Washington.

En Washington se discuten dos ideas. Una, que para que se creen empleos y se mejore la economía, se debe continuar con la excención de impuestos al 1% de los más ricos que estableció la administración anterior y ampliar los Tratados de Libre Comercio (TLC) con otros países. La otra, reclama que fue precísamente esa rebaja de impuesto cuando se hacían dos guerras, la que nos llevó a este caos, y que lo más importante ahora es que esa minoría vuelva a hacer el aporte que antes tenían.

Los indignados reclaman que con los TLC y la rebaja de impuestos, aunado a las maniobras especulativas de Wall Street, lo único que se ha hecho es romper la columna vertebral de la Sociedad Civil responsable del 70% del consumo nacional y de la producción de riqueza.

Los indignados son gente común y corriente que considera que la política no se reduce a lo que hacen los políticos profesionales. Con distintos estilos y grados de información, los indignados son personas que no se ven reflejados en las discusiones que ocurren en los shows políticos de radio y televisión.

Esto no los excluye de ser animadores del debate público.