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El apoyo al presidente Barack Obama, está en su nivel más bajo desde que llegó a la Casa Blanca en enero de 2009, pero se mantiene aún por encima del que tienen sus rivales republicanos.

En un sondeo de la cadena ABC y el diario The Washington Post, un 49 % de los estadounidenses tienen una opinión “desfavorable” de Obama, frente a un 48 % que la tiene “favorable”.

Pese a todo, Obama sigue aventajando a los aspirantes republicanos a la presidencia.

Newt Gingrich tiene un 48 % de opiniones desfavorables y un 35 % de favorables.

Las encuestas se suelen hacer, como en este caso, con mil entrevistados por teléfono, un indicio muy pequeño de la opinion de millones de votantes.

Pero ese no es el problema. El problema es que no dicen mucho de los razonamientos que hay detrás.

¿Las opiniones desfavorables hacia Obama se deben a que se ha acercado demasiado a la agenda republicana de apoyo a bancos, política hacia Irak, Afganistán e Irán?

En medio de la lentitud con que se ha recuperado el empleo y con la remergencia de la retórica del “eje del mal”, los republicanos tendrían que no solamente explicar qué cosas harían diferentes a la administración actual, sino cómo se distanciarían de la estrategia de la administración Bush que estuvo en el origen de nuestros males.

Hasta ahora, el único que lo ha hecho es Ron Paul, al advertir de la enorme sangría de recursos que son las guerras.

El problema de Ron Paul es que queda como el jamón del sandwich: sus colegas no se lo toman muy en serio, y los demócratas creen que quiere desconectar demasiados cables del Estado, vease desaparecer varios departamentos.

Si los republicanos quieren ser fuertes contendientes de Obama tendrían que quitarle sustento a los argumentos que los imaginan regresando al estilo Bush, de no regular ni al diablo y continuar pretendiendo ser el policía del mundo.