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La respuesta a los desastres como el reciente Huracán Sandy en la Costa Este ponen en evidencia dos componente de una nación: el altruismo de sus ciudadanos y la necesidad de contar con un aparato institucional del gobierno para ayudar con rapidez a las víctimas.

En cualquier lugar del mundo donde ocurra un desastre natural, es evidente que la respuesta más contundente proviene del aparato de Estado, aunque los grupos de la Sociedad Civil sean necesarios por igual.

La reparación de la infraestructura de comunicación, las operaciones de salvamento y el apoyo posterior a los damnificados no pueden depender solamente del altruismo voluntario. Es por eso que en la política se debe ser muy claro cuando se habla de que tan grande o que tan pequeño debe ser el Estado.

Es muy válida la crítica que se hace a veces cuando instancias de gobierno no funcionan por la burocratización de los procesos administrativos. Pero esto no debe llevar a concluir que la seguridad pueda privatizarse. Esto es válido, tanto a la respuesta a desastres, como a la atención médica y educativa de nuestra población.

Ahora, lo que queda después de la tormenta no es la calma, sino la solidaridad de los voluntarios, tanto como la respuestas contundente de las instituciones gubernamentales. Para eso están.