La primera música que escuché de niño fue una mezcla de Javier Solís, El Piporro, Los Creedence y Leo Dan. De niño, uno escucha simplemente sonidos. La letra de amores y desamores no las entiende, por falta de experiencia.
Desde entonces he sabido distinguir la diferencia entre la música y las letras de las canciones. Los amigos de mi generación no entendíamos el inglés, pero nos gustaba el rock: Jimmy Hendrix, Los Doors, Buddy Miles, Los Bee Gees-
Actualmente, con la música regional mexicana suele ocurrir algo parecido: hay excelente música, con una gran capacidad de experimentación, aunque las letras estén plagadas de clichés que suenan como disco rayado, y abunden los mensajes cursis, valemadristas y tóxicos.
Alfredo Ríos el Komander, con su rola “Malditas Ganas” tiene un ritmo sabrosón que mezcla hábilmente el tololoche y el acordeón, para referirse al despecho de un hombre por una mujer. Acostumbrados al excesivo uso de los metales, el Komander recupera el sonido del bajo.
Voz de Mando son un tanto melodramáticos con “Muchacho de Campo”, pero su mezcla de acordeón, bajo sexto y tololoche, crean un ritmo casi valseado, propio para arrullar a una muñeca.
La Trakalosa de Monterrey crea una historia como para un comic en “Mi padrino el diablo”, donde hay un padre borracho y negligente con su hijo, a quien finalmente lo aliviana el diablo y lo engancha para “hacer dinero fácil” para que se pueda comprar iPhones, Ferraris-
Gerardo Ortíz, en “Damaso” hace una celebración de todo aquello de lo que muchos se avergüenzan: la corrupción, padrinos, respaldos, licenciados, “echar la mano” con favores que implican trato especial con funcionarios corruptos.
Las letras de las canciones de la música regional mexicana van de los extremos del melodrama a las fantasías del desafío de la ley. Voz de Mando en “El de los lentes Carrera” relata el encuentro entre un traficante con un patrullero, donde las figuras del diablo y el ángel se mezclan en un diálogo que termina con una “mordida”, un pago para evitar el conflicto con la ley.
Uno podrá decir lo que quiera de la corrupción, el narcotráfico, la violencia y la ineficiencia de los sistemas políticos, pero la realidad es que la cultura popular está plagada de fantasías, donde los símbolos de estatus son tener autos de lujo, whisky, ropa y accesorios de marca, armas-
La verdad es que da gusto que haya tanta experimentación musical, pero las letras de las canciones parecen tener más contentos a los comerciantes de autos, tragos y telenovelas, que a quienes se preocupan del progreso de los latinos.