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Si el amor es un arte que se aprende, hay que agradecer no solo a los padres, sino a los “amores fallidos” que les enseñaron a amar.

Nunca se lo he preguntado, pero es casi seguro que si se lo preguntara no me lo diría: papá ¿quienes fueron tus novias y tus aventuras, antes de que conocieras a mi madre?.

Es sabido que los adolescentes varones empiezan a cuidar más su apariencia cuando las muchachitas les empiezan a movilizar las hormonas. Usan loción, cuidan de sus espinillas, tratan de tener mejor apariencia y hasta aprenden reglas de cortesía en caso de que los presenten con las familias. Cuando el Complejo de Edipo se empieza a romper, la nueva libertad pone alas a la imaginación.

“Vestida del color de mis deseos, como mi pensamiento, vas desnuda”, dice Octavio Paz en su poema “Piedra del Sol”.

A partir de entonces, uno quiere ser el deseo de la otra y viceversa.

En esa búsqueda, el Yo afina sus habilidades: uno busca ser un “estuche de monerías” para la pareja, y en ese proceso aprende a valerse por si mismo, a tener buenos jales, a estudiar, a ser habilidoso en el baile, a ser capaz de poner contento (a) a la otra…

Pero un día algo falla.Uno no dió el ancho. Las expectativas que tenía la otra parte no se llenaron.

Es cuando viene el truene, y “a fuerzas ni los zapatos entran”. Este truene, que muchos desearían que fuera la excepción de la regla, es algo hasta cierto punto normal.

Solo habría que poner atención a los contenidos de las canciones de banda en la radio: “ando bien pedo, cantándole al olvido… te la pasas repitiendo que no te he echo feliz… ni que estuvieras tan buena…” Los rompimientos y los despechos son buena parte de la lírica popular. Pocas canciones recuperan ese valor que tiene el aprendizaje amoroso.

Pero el aprendizaje amoroso no solamente es necesario, sino inevitable.

¿Cuántos amores fallidos hay detrás de una relación exitosa?

El amor se basa en la idealización de la pareja. Para los enamorados, no hay nadie que represente mejor los ideales del Yo.

Esto no significa la ausencia de defectos, sino, más bien la capacidad de tolerar algunos defectos, pensando en el 90% del paquete amoroso.

Los amores fallidos tuvieron “algo” de lo que buscábamos, pero en el proceso de conocerse “nos salió más caro el caldo que las albóndigas”.

Pero, también, hay quienes buscan algo que no existe: una nueva mamá o papá que lo tolere todo. Ellos, como dice el poema “Los Amorosos” de Jaime Sabines: siempre estarán solos, solos…

José Fuentes-Salinas

Editor de Impacto USA

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