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Rialto (CA), 18 jun (EFEUSA).- Dos padres guatemaltecos están viviendo la pesadilla que siempre quisieron evitar, desconocer dónde están dos de sus hijos, perdidos entre los centenares de menores indocumentados que fueron retenidos este mes por la Patrulla Fronteriza cuando trataban de ingresar al país.

“Me decía ‘Mami sácame de aquí, te lo suplico'”. Ése fue el ruego que Elba Marroquín escuchó de su hijo Ángel, de 10 años, el pasado 8 de junio, día en que un agente de Inmigración se comunicó con ellos para decirles que los dos menores estaban bajo custodia de las autoridades federales.

Desde entonces la centroamericana ha tratado de saber en qué albergue se encuentra Ángel y su hermana Dulce, de 7 años, pero los esfuerzos hasta ahora han sido en vano.

“He llamado al teléfono que me dio Inmigración, al consulado, a los albergues, ya tengo todos los números y nada, no encuentro ni una pista”, explicó a Efe Marroquín.

La historia de esta familia inmigrante comenzó hace casi seis años cuando Ángel Rosales decidió buscar un mejor futuro para sus hijos y llegó a trabajar a Rialto (California). Unos meses después se le unió su esposa, Elba. Los niños se quedaron en la localidad guatemalteca de Chimaltenango bajo el cuidado de la abuela materna.

Aunque Marroquín se opuso por muchos años a traer a sus pequeños de forma indocumentada, la extrema violencia que tenía amenazados a los niños y las promesas de que los menores estarían seguros si ingresaban solos por la frontera la hizo aceptar. Le aseguraron que los niños solo estarían, a lo mucho, tres días bajo custodia de Inmigración.

“Lo que se comentaba era que los detienen, les toman su información, los mandan a un albergue, la trabajadora social te llama, te piden tus datos, pagas el boleto de avión y tus hijos van a estar contigo”, aseguró Marroquín, que reconoció que esas palabras la convencieron de traer a sus hijos.

Con lo que no contaban Los Rosales es que existiera una avalancha de menores que desbordase las previsiones de la Patrulla Fronteriza y la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) y que estas agencias no tuvieran la capacidad para atender tantos casos al mismo tiempo.

“Se siente uno perdido, tengo miedo de no volverlos a encontrar. No tenemos un número de caso, nadie sabe dónde están ni cómo están” explicó a Efe el angustiado padre.

Según el cónsul general de Guatemala en Los Ángeles, Pablo César García Sáenz, a la fecha no se ha podido establecer el número de los niños guatemaltecos que están bajo custodia de Inmigración.

“Estamos enfrentando una crisis, hemos desplazando todos los recursos para poder identificar y verificar cuáles de estos niños son de Guatemala, confirmar que estén bien de salud y contactar a los padres, pero esto tomará tiempo”, dijo a Efe García Sáenz.

Los obstáculos para poder entrevistar a los pequeños han sido tantos que García Saenz y su equipo siguen sin poder entrar a la Base Naval de Ventura en Oxnard (California), dónde hay más de 550 menores albergados.

“Es demasiada impotencia el no poder salir e ir a buscarlos y decirles ‘Ya fue suficiente lo que pasaron’. No es justo que sigan pagando por nuestros errores”, afirmó Marroquín.

Las cifras oficiales indican que en los pasados ocho meses al menos 47.000 menores fueron capturados por las autoridades a lo largo de la frontera sur, con lo que se estima que en el 2014 la cifra de menores detenidos puede llegar a los 60.000, un incremento 10 veces mayor en comparación con 2011.

Mientras los números de este fenómeno migratorio aumentan, los Rosales no descartan que sus hijos hayan sido enviados a California. Los inmigrantes no se explican por qué niños, como sus hijos, que tienen identificación y los contactos de sus padres no son reunificados con mayor celeridad.

Otro de los temores que enfrentan estos padres guatemaltecos es la posibilidad que sus hijos hayan sido separados, situación que podría deprimir aún más a los hermanos, acostumbrados a estar juntos.

Pese a que el tiempo sigue pasando y la angustia crece, los Rosales siguen confiando en las autoridades estadounidenses y esperan que finalmente aparezcan y puedan conocer a su hermano menor, Enmanuel.

“Esperamos que pase lo que está pasando con otras familias, que nos llamen y que nos digan ‘Sus hijos van para allá”, dijo la mujer mientras limpiaba las lágrimas de su rostro. EFEUSA