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El artista oaxaqueño Calixto Shibaja posa junto a una de sus obras fuera de su estudio en Gardena, California. La pieza, titulada "Homenaje a Steve Jobs", fue realizada con acrílicos en el año 2012 en tributo a la revolución en la telefonía impulsada por el fundador de Apple. Shibaja, con una obra que supera las cinco mil pinturas, se ha convertido en uno de los artistas oaxaqueños más queridos de Los Ángeles, asentado en un estilo precolombino de raíces indígenas.
El artista oaxaqueño Calixto Shibaja posa junto a una de sus obras fuera de su estudio en Gardena, California. La pieza, titulada “Homenaje a Steve Jobs”, fue realizada con acrílicos en el año 2012 en tributo a la revolución en la telefonía impulsada por el fundador de Apple. Shibaja, con una obra que supera las cinco mil pinturas, se ha convertido en uno de los artistas oaxaqueños más queridos de Los Ángeles, asentado en un estilo precolombino de raíces indígenas.
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Los Ángeles, 5 ene (EFEUSA).- El pintor mexicano Calixto Shibaja, con una obra que supera las cinco mil pinturas, se ha convertido en uno de los artistas oaxaqueños más queridos de Los Ángeles, asentado en un estilo precolombino de raíces indígenas.

Nacido hace más de cuarenta años en un pequeño pueblo de la costa mexicana llamado San Pedro Tapanatepec, este retratista supo ya a los 9 años que el arte sería una parte integral de su relación con la naturaleza y un vehículo para preservar las tradiciones de los nativos mexicanos, las cuales refleja en una extensa obra que supera las cinco mil pinturas.

“De pequeño me di cuenta de que era un artista. Hacía dibujos con el carbón, pintaba hojas y troncos de árboles con pigmentos naturales y hacía esculturas de adobe que ponía a secar al sol”, relata un creador autodidacta que, sin haber cumplido los diez años, ya había realizado su primer mural de la revolución mexicana.

Educado en el seno de una familia humilde, su padre, agricultor, y su madre, artista amateur, le enseñaron a vivir con sencillez.

Antes de cumplir veinte años, Shibaja se mudó a Jalisco donde obtuvo una Licenciatura en Optometría en la Universidad Autónoma de Guadalajara. Gracias a esta formación, aprendió a trabajar con contrastes de luz, conocimientos que no tardaría en aplicar sobre el lienzo.

Pero en el año 1985 un Shibaja inquieto estaba listo para nuevos retos. Hizo las maletas y, con un estuche de pinturas en mano, se aventuró hacia el norte. Como decenas de miles de inmigrantes, cruzó la valla de separación entre México y Estados Unidos y se plantó en Los Ángeles.

“La emigración es selectiva”, asegura. “Ellos (las autoridades migratorias) ven a quién pueden dejar pasar y a quiénes no”, dice el pintor.

Su primer encuentro con la ciudad estuvo plagado de decepciones. Acostumbrado a convivir con animales en libertad, a beber agua de los riachuelos y a comer sandías recién recogidas del campo, la meca mundial del cine no satisfizo sus necesidades.

“No pude encontrar una identificación con la esencia de la ciudad, con el capitalismo”. “Me di cuenta de que todavía tenía que regresar al pueblo del que salí, aún añoraba esas cosas”, explica.

Quince años pasaron antes de que el artista regresara de nuevo a Los Ángeles. Era el año 2000 cuando se lanzó a la búsqueda de sus raíces indígenas en territorio estadounidense, hallándolas en los campesinos que labran los campos de cultivo californianos.

Y con ellos como fuente de inspiración, Shibaja firmó obras como ‘La Frontera’ (2002), que representa la añoranza de aquello que uno deja atrás, o ‘Construyendo un futuro’ (2006).

Hace cinco años, el artista regresó a la tierra de su padre, Chiapas, para difundir sus conocimientos prehispánicos entre la comunidad indígena.

Se adentró en la Selva Lacandona y convivió con los nativos, enseñando a los niños a utilizar pinturas del entorno como herramienta para expresarse. Fue aquí donde Shibaja encontró la inspiración para realizar una de sus obras más características: ‘Tomando Pozol’. La pieza retrata a nativos de pies y cabezas grandes que, según explica el artista, “buscan la espiritualidad y llenar espacios emocionales que están vacíos en el ser humano”.

La mayoría de las creaciones del mexicano integran pigmentos naturales con el mármol y el vidrio, resaltando las figuras de las pinturas a través de relieves en tres dimensiones. Pese al color intenso que caracteriza su estilo prehispánico, el artista se atreve también con conceptos más modernos.

En el año 2012 firmaba así una obra titulada ‘Gasol el Guerrero’, una pintura acrílica que rinde homenaje a la trayectoria deportiva del jugador español Pau Gasol. La pieza, con textura de mármol y vidrio, incorpora también elementos históricos del Quijote de la Mancha.

Ese mismo año creaba también ‘Homenaje a Steve Jobs’, en honor al fundador de Apple, y ‘Botellas y Celulares’, una pieza exhibida en la segunda Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Argentina.

Desde hace más de un año, Shibaja vive y trabaja en un estudio situado en Gardena, una ciudad del Condado de Los Ángeles. No lleva una vida ostentosa. Tampoco la desea, ni la busca. “Creo que soy el pintor del momento, el artista del momento, el que vive la vida intensamente en ese momento y que trata de plasmarla en ese momento”, dice sobre sí mismo.

En este ambiente íntimo y sencillo, el mismo artista construye con madera y tela los lienzos que utiliza para retratar sus pinturas. “Este año crearé quinientos lienzos y haré dos pinturas al día”, vaticina un pintor que planea una muestra en el Museo de Arte Contemporáneo de Long Beach para 2016.

En los últimos catorce años, la obra del mexicano se ha exhibido en el centro de la NASA en Pasadena, en las oficinas de Boeing en Long Beach, en el Festival Internacional de Nueva York y en el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Fe en Nuevo México.

Destacadas figuras del mundo de la política y del espectáculo como el senador y promotor de la Ley del Sueño, Gil Cedillo, la actriz venezolana María Conchita Alonso, o la Princesa Harikawa Ra de África, han incorporado piezas de Shibaja a sus colecciones privadas. EFEUSA