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Un grupo de personas participa en una manifestación en apoyo a las mujeres inmigrantes en el marco del Día Internacional de la Mujer hoy, martes 8 de marzo de 2016, en San Diego, California (EE.UU.).
Un grupo de personas participa en una manifestación en apoyo a las mujeres inmigrantes en el marco del Día Internacional de la Mujer hoy, martes 8 de marzo de 2016, en San Diego, California (EE.UU.).
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México, 8 mar (EFEUSA).- Si bien el viaje de los refugiados procedentes del Triángulo Norte de Centroamérica a México y EE.UU. siempre está cargado de peligros, el hecho de ser mujer añade una dificultad extra al camino, ya que son más vulnerables a las agresiones y abusos sexuales.

La violencia a manos de las pandillas que operan en su zona de residencia, de sus parejas o exparejas o de las autoridades policíacas son algunos de los motivos que llevan a mujeres de Guatemala, Honduras y El Salvador a emprender su viaje.

Carmen -nombre ficticio para preservar su seguridad- llevaba un año padeciendo fuertes dolores, consecuencia del maltrato que sufría por parte de su esposo, cuenta a Efe en una entrevista telefónica.

Esta refugiada centroamericana consiguió ser sometida a una intervención quirúrgica en su tierra natal, y se dio cuenta entonces que “no podía regresar” a su casa porque había atravesado “demasiado”. “Él me iba a buscar de nuevo”, asegura.

Salió con sus tres hijas, menores de edad, y llegó a México, donde ha podido tener asistencia médica para tratar sus problemas de salud.

La situación de ahora es “difícil” por no poder conseguir un trabajo, pero las asociaciones les ayudan con la renta, los medicamentos, la ropa y los alimentos.

No sabe si se quedará residiendo en el lugar en el que está actualmente, pero su único objetivo, de momento, es “tener un poco de paz, un lugar donde me sienta segura”, afirma.

A diferencia de lo ocurrido con Carmen, hay veces en las que las madres se ven obligadas a dejar atrás a uno o varios de sus hijos, como sucedió en el 60 % de los casos examinados por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) para realizar su reporte “Mujeres a la fuga”.

Los países que integran el Triángulo Norte tienen unas de las tasas de feminicidios más elevadas del mundo, que no son frenadas por las medidas legislativas puestas en marcha para la protección de las mujeres.

La ineficaz respuesta de las autoridades hace que, en el 40 % de las ocasiones, las mujeres ni siquiera intenten recurrir a ellas en busca de protección, señala Acnur.

En la investigación, la asociación descubrió, además, que el 10 % de las entrevistadas fueron perseguidas por la policía en su lugar de origen.

Pero el cúmulo más amplio lo conforman aquellas mujeres que huyen de sus países por la violencia que se da en sus zonas de residencia a manos de pandillas.

Emilia es una de estas mujeres. En su país, las pandillas de la zona comenzaron a presionar a sus hijos adolescentes para que se unieran a ellos.

“Les amenazaban con que los iban a matar”, explica a Efe Emilia, que también se presenta bajo nombre ficticio.

Una situación que ya era habitual en su barrio, donde se sucedían los casos de varones que eran reclutados por estos grupos criminales. O que desaparecían, y eran hallados días después muertos.

En su caso, sus hijos estaban concienciados de que no querían estar en ese mundo. Una vez dentro, “ya no se puede salir”.

Ella y sus hijos pasaron la frontera “sin ayuda de nadie”, subiéndose a los transportes que podían; algunos coches paraban y se ofrecían a llevarles durante un tramo porque veían que una de sus hijas estaba embarazada.

Ya en México, han encontrado la ayuda de muchas personas, pero también la discriminación por ser migrantes.

“Les digo a mis hijos: tenemos que aguantar”, comenta convencida, antes de dar “gracias a Dios” por encontrarse en una situación mejor.

Antes de salir de sus casas, algunas de las mujeres son conscientes de los riesgos que pueden correr con los llamados “coyotes”, quienes llegan a abusar sicológica y sexualmente de las migrantes.

Hay quienes, de manera previa, toman métodos anticonceptivos como píldoras o inyecciones, para que, en el caso de que sean violadas, no se queden embarazadas, según los datos de Acnur.

A esto se le añade el hecho de que cada vez son más las mujeres transgénero y, en general, personas de la comunidad LGBTI que huyen del Triángulo Norte por la persecución que sufren en sus países, un aumento que se ha notado más en los últimos tres años, comenta el representante de Acnur en México, Mark Manly.

Ellas conforman, también, uno de los grupos más vulnerables, ya que están más expuestas a la discriminación y a las agresiones. EFEUSA