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“Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres”. Con estas palabras, el papa Francisco elogiaba la obra de la madre Teresa de Calcuta en la homilía de canonización celebrada en la Plaza de San Pedro de Roma.

Ante más de cien mil personas, el papa Francisco destacó que será difícil llamarla “santa Teresa” porque “su santidad fue tan cercana a nosotros, tan tierna y espontánea que se le seguirá llamando madre, madre Teresa”.

Una mujer, que en palabras del pontífice, estuvo “a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada”.

El papa argentino que celebró la ceremonia junto a 70 cardenales, 400 obispos y 1.700 sacerdotes, reconoció que la figura de la madre Teresa será la santa de “todo el mundo del voluntariado” e instó a los presentes a “que ella sea vuestro modelo de santidad”.

“Que esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo, y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión”.

Para la Iglesia católica, la madre Teresa de Calcuta es el símbolo de lo que debe ser la misericordia, y por ello, uno de los sectores más cercanos al altar fue reservado para 1.500 personas sintecho atendidas por las hermanas de la madre Teresa en varias ciudades italianas, llegados en autobuses a Roma para asistir a la canonización, y a las que después se les ofreció un almuerzo a base de pizza en el Vaticano por voluntad del papa.

UNA RÁPIDA CANONIZACIÓN.

La canonización de la madre Teresa de Calcuta se produce 19 años después de su muerte, el 5 de septiembre 1997 en Calcuta, y tras un rápido proceso de canonización desde su proclamación como beata el 19 de octubre de 2003 en otra ceremonia multitudinaria en el Vaticano.

Un proceso para el que se han necesitado dos milagros aprobados -uno para la beatificación y otro para la canonización- y que han sido la “curación inexplicable” de una mujer india de religión animista, Mónica Bersa, de 34 años, que padecía un tumor en el abdomen del que sanó en 1998, y del brasileño Marcilio Andrino, que se curó de una grave infección cerebral en 2008.

Nacida como Inés Gonxha Bojaxhiu el 20 de agosto de 1910, en Skopje, capital de la actual república de Macedonia, que por entonces pertenecía a la vecina Albania, la madre Teresa profesó como religiosa en 1928 en las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto, en la casa madre de Rathfarnham (Irlanda). Un año después marchó a Darjeeling porque quería ejercer como misionera en la India.

Una fecha destacada en su biografía es el 10 de septiembre de 1946, cuando viajaba en tren desde Calcuta a Darjeeling tuvo la inspiración divina que le llevó a fundar la congregación de las Misioneras de la Caridad.

Según narra la tradición, la madre Teresa vio la cara de Jesús y decidió entregarse totalmente a Cristo ya que en ese rostro encontró reflejados a los desheredados del mundo.

En repetidas ocasiones, la madre Teresa afirmó ser “de sangre albanesa; de ciudadanía, india; por fe, soy católica; por vocación, pertenezco al mundo; y por corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”.

En 1979 recogió el premio Nobel de la Paz, dieciocho años antes de su muerte, el 5 de septiembre de 1997, en su casa de las Misioneras en Calcuta. Su entierro, cinco días después, fue un acontecimiento nacional en la India, donde millones de desheredados acompañaron al cadáver por las calles de Calcuta.

Su congregación cuenta con 4.500 religiosas de más de ochenta nacionalidades, distribuidas en 133 países, donde tienen 710 casas.

Su legado sigue vivo en Calcuta a través del esfuerzo diario de las misioneras de la Caridad al servicio de los más pobres, fieles al espíritu de su fundadora, a quien siempre han considerado una santa en vida.

EFE REPORTAJES