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    Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y Elena Poniatowska, cortan hoy jueves el listón de inauguración de la remodelación de la Librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica.

  • Octavio Paz

    Octavio Paz

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Madrid, 28 mar (EFE).- Poeta del “pensamiento apasionado”, de grandes alianzas entre lo intelectual y lo sensible, Octavio Paz fue “el auténtico intelectual” porque “chocó con muchas convenciones”, según los escritores Fernando Savater, Pere Gimferrer, Andrés Sánchez Robayna, Gonzalo Celorio, Jorge Volpi y Aurelio Major.

El centenario de Paz, que el 31 de marzo habría cumplido cien años, es una excelente ocasión para adentrarse en algunas de las facetas de este gran poeta y ensayista que, como le dice Volpi a Efe, “es el intelectual paradigmático de México en el siglo XX, una de las figuras más interesantes, contrastantes y apasionantes de nuestra historia”.

Un intelectual “enraizado en la enigmática y compleja cultura mexicana y, a la vez, atento al mundo”, en palabras del escritor y académico mexicano Gonzalo Celorio, para quien Paz “logró relativizar lo mexicano y lo universal a fuerza de relacionarlos sistemáticamente”.

Dotado de una lucidez “poco común”, Paz alumbró una obra que “no tiene paralelos en la literatura hispánica contemporánea”, afirma el poeta y ensayista español Andrés Sánchez Robayna.

“Abrió una serie de líneas de análisis -de Marcel Duchamp a Sor Juana Inés de la Cruz, de la artesanía al arte amerindio, de las filosofías orientales a la antropología- que prueban la amplitud de sus intereses críticos, y que es raro encontrar en la obra de un solo ensayista”, subraya Sánchez Robayna.

El premio nobel mexicano pertenece a la estirpe de “‘poetas del pensamiento apasionado’, poetas que, como diría Unamuno, sienten el pensamiento y piensan el sentimiento. Es un poeta de síntesis, de grandes alianzas entre lo intelectual y lo sensible, a la manera de Pessoa: ‘lo que en mí siente está pensando'”, señala.

La poesía de Paz fue lo que primero que atrajo al escritor español Pere Gimferrer, uno de los principales editores del nobel mexicano entre 1970 y 1995.

Gimferrer veía en su obra “una continuidad de la poesía hispánica de los años treinta, que en España o fuera de nuestro país, en el caso de los exiliados, parecía haberse interrumpido o desviado el rumbo a que apuntaba justo en vísperas de la Guerra Civil”.

“En Paz, como en sus coetáneos Lezama Lima y Nicanor Parra, cada uno a su modo, aquella empresa literaria y estética era llevada a sus últimas consecuencias, quizá simplemente porque no tuvo que afrontar el trauma psicológico de la Guerra Civil”, señala Gimferrer, que disfrutó de la amistad del nobel mexicano desde 1966 hasta “poco antes de su muerte”.

Junto a esto, había en la obra de Paz “una extraordinaria capacidad teórica sobre la poesía y un don de interlocución con la lírica occidental coetánea tanto europea como americana, que es rarísimo en casi cualquier momento de la historia literaria del castellano, aunque se dio en la generación del 27”, opina Gimferrer.

Aurelio Major, comisario de los actos del centenario de Paz en España, destaca también la “idea universalista de la experiencia literaria” que tenía el autor de “Mono gramático”, uno de los pocos casos de un escritor de las literaturas hispánicas que “haya procurado aunar las tradiciones literarias y de pensamientos no solo americanas y europeas sino también de Oriente”.

La poesía “es el centro irradiador absoluto” de la obra de Paz, y una poesía en la que “es indisoluble el pensamiento y la imagen”, subraya el poeta, ensayista y traductor mexicano.

En la obra de Paz “no es posible deslindar” la poesía del ensayo, asegura Sánchez Robayna.

“No son géneros opuestos o excluyentes. Él, al menos, no los oponía. Qué mejor síntesis que el título de uno de sus libros: ‘Pasión crítica’. Su poesía es asaz racional y sus ensayos son intuitivos y resplandecientes”, le dice Celorio a Efe.

El novelista mexicano Jorge Volpi pone el dedo en la llaga al afirmar que, como intelectual, Paz “es una figura que genera enorme polémica en México por sus posiciones políticas”.

Y es que, opina el filósofo español Fernando Savater, “como sucede con todos los que toman partido, la faceta ideológica de Paz suscitó divisiones”.

“Fue un pensador muy comprometido con ideas de izquierda no totalitarias. Frente a los regímenes totalitarios él tomaba partido por la democracia”, señala Savater, que no duda en calificar a Paz de “gran intelectual”. Y un intelectual “es alguien que le cae mal a mucha gente. Los intelectuales con los que todo el mundo está de acuerdo, esos siempre son unos sinvergüenzas”.

“Octavio Paz fue un intelectual auténtico porque supo chocar con muchas convenciones, con muchas comodidades intelectuales”, añade Savater, uno de los mejores amigos del nobel mexicano en España.

Volpi recuerda que, a partir de 1945, Octavio Paz empezó a distanciarse de la izquierda por su crítica a las dictaduras comunistas.

“Todavía en el 68 él se consideraba un hombre de izquierdas, aunque de izquierda antiautoritaria”. Y fue en 1968 cuando renunció a la embajada de México en la India por la matanza de la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, indica Volpi, que estos días ha presentado en España su nueva novela, “Memorial del engaño”.

Conforme pasan los años setenta, “su crítica hacia la izquierda que no denuncia las dictaduras comunistas es cada vez más fuerte. Se convierte en el gran enemigo de la izquierda mexicana, sin ser realmente un liberal tampoco”, opina Volpi.

Y es que, como afirma Celorio, “la aversión que pudieron haber suscitado las posiciones críticas de Paz se debe a que él había sostenido las mismas posiciones que después criticó acerbamente. Lo que para unos fue la honesta trayectoria crítica de un intelectual, para otros fue una traición a principios inmutables”.

Sánchez Robayna reconoce que la ausencia de Paz “se deja sentir mucho en este momento, en la realidad hoy más bien menesterosa de nuestras letras hispanas”.

Y es normal que se le eche en falta porque Paz tenía “una personalidad intelectual muy poderosa, algo entre André Breton y Nagarjuna, de poeta apasionado y de gurú, de gran enamorado y de pensador con una lucidez poco común”, concluye Sánchez Robayna. EFE.