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El presidente Felipe Calderón afirmó  Yo también quiero un México con paz, un México sin violencia, liberado del azote y la opresión de la criminalidad  en el marco del anuncio de Mejoras del Sistema de Regulación de la Competencia Económica en México, realizado la mañana de este domingo en la residencia oficial de Los Pinos.
El presidente Felipe Calderón afirmó Yo también quiero un México con paz, un México sin violencia, liberado del azote y la opresión de la criminalidad en el marco del anuncio de Mejoras del Sistema de Regulación de la Competencia Económica en México, realizado la mañana de este domingo en la residencia oficial de Los Pinos.
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Durante mis dieciséis años como inmigrante en California, y sobre todo en años recientes, he visto un cambio drástico en México, el país que me vio nacer; cambio del que todos hemos sido testigos a diferentes niveles.

La guerra del narco, en medio del “glamour” que le otorgan corridos y telenovelas como “La Reina del Sur”, los cuales convierten en héroes urbanos a traficantes de droga, se ha plantado con pies de plomo en un país ya de por sí sumido en una crisis económica crónica.

Remontándome a los tiempos en los que el hoy inconspicuo ejército Zapatista estaba en pleno auge, me viene la idea de que aquel movimiento no solo nos hizo conscientes de que los derechos de los indígenas en México eran constantemente violados, sino que también sentó un precedente en el hecho de que la existencia de una guerrilla mexicana que exigiera justicia se hizo también una posibilidad.

Vimos como se formaron grupos mercenarios seudo-militares como Los Zetas y posteriormente, grupos vigilantes como La Familia michoacana, surgiendo los últimos, según ellos, para “salvaguardar la seguridad del estado de Michoacán”, mas haciendo posible su subsistencia con el comercio de estupefacientes y otras actividades ilícitas como secuestro, asesinato, extorsión, etc.

Hoy en día, la guerra por el control de estos mercados ha tomado niveles que se piensan insuperables, en los que la crueldad, la violencia, y la ausencia de códigos de honor entre carteles, han propagado el terror entre la población mexicana.

La muerte reciente del hijo del poeta Javier Cicilia, residente de Cuernavaca, México, y su marcha a la capital con el lema “estamos hasta la madre”, que no hace sino resumir un sentir general, es solo una de las tantas cosas que nos hacen preguntarnos, ¿hasta cuanto es posible soportar?

El gobierno de Estados Unidos, por su lado, ha hecho su parte entrenando unidades mexicanas en la lucha contra narcotráfico. Aunque claro, las empresas americanas de igual manera, no solo han suministrado armamento a los narcos mexicanos, sino que el producto de estos es y ha sido consumido en toda la nación americana.

Si balanceamos la ayuda prestada contra con el problema, con el patrocinio directo o indirecto que Estados Unidos ha ofrecido al narco; la balanza se inclina naturalmente hacia lo segundo.

La contribución de estados unidos en el problema ha sido clave para la formación de estos grupos. Inclusive se dice que Los Zetas, anteriormente miembros del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE) del ejército mexicano, fueron entrenados en la Escuela de las Américas, nada menos que en territorio americano según el diario pakistaní Aljazeera.

A esto podemos añadir dos factores más que son bastante obvios e ineludibles: la omnipresente corrupción del gobierno mexicano y su evidente ineficacia.

Un amigo nacido en Jalisco radicado en Sacramento y que ha estado ausente por más de 15 años del suelo mexicano, me comentó hace poco su idea de volver a su estado nativo para poner un taller mecánico.

Paisanos con sueños comunes a los suyos, ven ya muy remota la posibilidad de realizarlos, y es que ¿cómo puede florecer un negocio en medio de tanta inseguridad?

¿Cómo una economía como la mexicana puede reavivarse con la constante amenaza de grupos que al estilo de los gángsters de Chicago operan y cobran cuotas de protección a los negocios locales?

Pero esto es solo la punta del iceberg.

Si, México ha cambiado mucho en solo una década. El México de la pre-guerra ha quedado solo en la imagen nostálgica de aquellos que como yo, emigraron a Estados Unidos con el anhelo de regresar un día, dándonos cuenta que nuestro futuro ahora se escribe en inglés; aunque en algún lugar de esa nostalgia, sigue siempre prendida una veladora con la esperanza de un México mejor.

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rmsandoval@live.com

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