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Extracto de un mural de Diego Rivera con la representación de las posadas.
Extracto de un mural de Diego Rivera con la representación de las posadas.
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Mi familia nunca ha sido tradicionalista.

Años atrás, cuando vivíamos mi madre, mis hermanos y yo en la ciudad de México, celebrábamos días festivos muy a nuestro modo.

Ciertas veces, mi madre hacia una comida especial; otras, el día festivo pasaba como un día regular en el cual simplemente no íbamos a la escuela.

Las navidades eran las únicas más o menos consistentes si de celebrar se trataba, pero las reuniones familiares en esas fiestas fueron cada vez menos mientras que mis hermanos y yo íbamos atravesando los años de adolescencia.

En esa etapa, buscábamos estar más con amigos que con nuestra propia familia.

Con el tiempo, hasta la hora de comida, la cual generalmente era a las tres, fue destituida anárquicamente por nosotros mientras que mi mama trataba que los hábitos de sus hijos se mantuvieran siempre dentro de ciertos parámetros, aunque debo decirlo, con inmenso esfuerzo.

Mi familia posteriormente emigró a este país, dejando atrás un hermano que no pudo arreglar su visa de residente por ser mayor de edad. Este, al volver solo a nuestra casa, se casó al poco tiempo, probablemente impulsado por la misma soledad.

Por nuestra parte, nosotros fuimos acoplándonos a una cultura tan mixta y tan compleja que nos empujaba siempre al borde de la nostalgia al notar los contrastes de nuestras vidas en este nuevo país.

Adoptamos un nuevo idioma -unos más que otros-, nuevos amigos y hasta nuevos días festivos.

Recuerdo cómo paisanos mexicanos radicados aquí, me introdujeron a la celebración del Thanksgiving; aunque no en el sentido puramente americano.

El enfoque en su forma de celebrarlo era más espiritual, de agradecimiento por un año más de vida, de la forma en que se hace el año nuevo.

Por otro lado, las navidades, que años atrás esperáramos con gran anticipación, fueron perdiendo la excitación infantil y a la vez convirtiéndose simplemente en un día de intercambio de regalos y de cenas abundantes.

En tiempos difíciles como estos que estamos pasando, es inevitable voltear atrás y añorar aquellas cosas que irremediablemente dejaron de ser.

Mas sin embargo, al enfocarme más en la parte religiosa que en la parte cultural de estas días festivos pasados y de las próximas fiestas decembrinas, no puedo dejar de tener esperanza en el futuro; de pensar que el tiempo y la vida con sus subidas y bajadas, han de volver a remontar a cada uno a mejores horizontes.

Hoy día aprecio más la convivencia con mi familia y con la nueva familia a la cual nací al casarme con mi esposa. Ahora me considero chilango-michoacano.

Hoy día, más que ir cediendo a las tradiciones, pienso que inconscientemente, voy buscando aquello que vale la pena celebrar y disfrutar: los lazos familiares, la amistad, los buenos momentos, el compartimiento de vida con los míos.

Hoy día, la vida es en sí una celebración, aun en medio de la lucha por estar siempre mejor.

Mándenos sus comentarios a rmsandoval@live.com