Sin quererlo ni buscarlo, Bob Dylan se convirtió en la voz de su generación, escribiendo letras poéticas de protesta que transcribían y reflejaban de forma impresionante la época tumultuosa de los sesentas
Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como el icónico Bob Dylan, creó un nicho para sí mismo en el mundo de la música que nadie podrá ocupar.
Como un eterno e intangible camaleón que se conformaba y se destruía para volverse a crear, Dylan, fue erigiendo hasta hoy un cuerpo musical bastante rico y variado que da muestras tanto de complejidad así como de su trascendencia como músico. Con su “Never Ending Tour”, o “Tour Sin Final”, se ha hecho un artista constantemente presente en la escena musical aun después de cinco décadas.
Sus comienzos en el mundo del folclore lograron ascenderlo a un estatus sin precedentes para un músico que se expresaba fuera de los abrumadores reinos del Pop o del Rock ‘n Roll, géneros en boga del momento. La Greenwich Village, un área bohemia de Manhattan llena de cafés en los que aun abundan trovadores, fue el lugar definitivo para que Dylan se diera a conocer, primero como compositor extraordinario, y luego como el cantante joven con voz de anciano que conectaba de una forma surreal con los mensajes de sus letras, en las cuales daba a notar una madurez y sabiduría bastante contrastantes con sus veintitantos años.
Joe Hammond, productor de Columbia Records en ese entonces, no sería el primero en notar el extraordinario talento de Dylan; mas sin embargo, si sería el que le ofrecería su primera oportunidad. Aunque la grabación de su primer disco inicial no diera los resultados esperados, Hammond defendería a Dylan a capa y espada de las críticas de otros productores en el medio y le daría oportunidad de participar en grabaciones de otros músicos, lo cual lo iría preparando para lo que había de venirle.
El momento crucial para Bob fue cuando firmó su primer contrato con su manager hasta 1970, Albert Grossman, quien fue el que a través de conectar sus canciones con otros cantantes, le produjo la notoriedad deseada. Fue allí también que Robert Zimmerman, el muchacho judío que dejó Minnesota en busca de convertirse en una estrella del Rock ‘n Roll, cambiaría su nombre legalmente a Bob Dylan, el cantautor folclorista que irrumpiría en la escena de Nueva York.
Grabando su segundo álbum titulado “The Freewheelin’ Bob Dylan” en 1963, el cantautor comenzó a cimentar su estatura como gurú musical de sus contemporáneos con canciones como “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” y “Blowin’ in The Wind”. Tanto así que, en álbumes posteriores, si se corría la voz que Dylan grabaría otro álbum, infinidad de músicos -los mejores de la época- acudían a él esperando ser parte de su producción. Al mismo tiempo, su música también sería la que definiría las corrientes musicales de su tiempo.
Aunque su transición del acústico al eléctrico no fue la más aceptada, hizo su paso de las letras de protesta a las letras ácidas, punzantes y complejas del Rock -género que se le atribuye- con sus canciones “Subterranean Homesick Blues” y “Like a Rolling Stone”; aunque esto marcaría el comienzo de sus constantes reinvenciones y su figura enigmática y elusiva.
En el presente, Dylan ha escrito varios libros y ha recibido numerosos premios, entre los que figuran 11 Grammys, un Pulitzer, un Oscar, un Golden Globe, recientemente la Medalla Presidencial de la Libertad, etc. Por su legado y su influencia cultural y musical, Bob Dylan figura entre los grandes artistas del siglo XX.
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