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Aunque la cena de Thanksgiving o día de gracias, tal vez no podría ser lo misma sin el famoso pavo. Sin embargo, el consumo animal no se confina a cenas de celebración; es parte de nuestra vida diaria. El pavo, el pollo, la res, etc., son animales que por centurias nos han provisto de su carne para alimento, y muchos de ellos de su piel para cobijo.

Se diría pues que en la actualidad no mucho ha cambiado en nuestra dieta; pero, ¿se puede decir lo mismo de los alimentos que estamos consumiendo hoy en día?

Hablando de la carne específicamente, la forma en que se cría cualquier tipo de ganado del cual es obtenida si ha cambiado muchísimo.

Ese pavo silvestre que los colonos capturaran y criaran en sus granjas, por ejemplo, dista mucho del pavo que en la actualidad llega a nuestras mesas, el cual proviene de granjas industriales que se dedican a criar animales de una forma masiva y nada convencional.

Para empezar, los animales en estas nuevas granjas son hacinados en lugares con muy poco espacio y en condiciones deplorables y a veces nada salubres. Muchos de ellos nunca miran la luz del sol, y solo llegan a salir de sus jaulas cuando van al matadero. Además son engordados con productos baratos y artificiales como las semillas transgénicas; y a su vez, son inyectados con hormonas y grandes cantidades de antibióticos para que crezcan pronto y así reducir costos y pérdidas.

Pero más preocupante aún que la dieta y el cuidado de esos animales, es el uso excesivo de antibióticos sobre ellos, puesto que esos antimicrobianos terminan en nuestro cuerpo, en el cual existen bacterias que se vuelven más fuertes al ser tratadas de forma involuntaria con dosis bajas de antibacteriales.

¿Se imagina usted un mundo en el que cualquiera pueda morir por una simple infección?

Apenas el siglo pasado aquello era algo bastante regular, hasta que se crearon antibacterianos efectivos como la penicilina. Aunque el mismo Alexander Fleming, su descubridor, predijo que la efectividad de los antibióticos podría ser volverse nula por su uso inapropiado. Y con esto último me refiero a cuando se ataca una infección con una dosis baja de antibióticos. Así es como las bacterias que no mueren, se vuelven inmunes a ellos. Es por eso que últimamente cada vez más gente necesita antibióticos más fuertes, y en muchos casos, ni siquiera estos sirven para apaciguar las enfermedades infecciosas que puedan estar presentando.

En efecto; cuando uno come pollo, pavo, res y puerco, también está consumiendo antibióticos a través de estas carnes. Según la Wikipedia, “la automedicación con antibióticos supone un serio problema de salud pública, pues la inadecuada elección del antibiótico y, especialmente, una incorrecta [dosificación], puede generar poblaciones de bacterias resistentes a dicho antibiótico”.

Mi consejo en este caso es, evite el pavo y cualquier alimento animal que no provenga de granjas orgánicas certificadas. Si bien el precio de los productos de dichas granjas es mayor, también los son sus beneficios en nuestra salud. Piénselo por un momento… al fin y al cabo, lo que ahorramos hoy día en alimentos, terminaremos pagándolo con creces en un hospital.

Así que mi consego en este Día de Gracias es, goce de los suyos y comparta felicidad, pero sobre todo, salud.