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Un empleado observa un mural "Facebook Wall" en el nuevo cuartel general de la red social Facebook en Menlo Park, California (EEUU), en enero de 2012.
Un empleado observa un mural “Facebook Wall” en el nuevo cuartel general de la red social Facebook en Menlo Park, California (EEUU), en enero de 2012.
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El tiempo es lo que inventan los relojes para mortificarnos. Pero el tiempo no está en los relojes, como la vida no está en las actas de nacimiento o en la tecnología donde compartimos cosas personales.

Sin embargo, en esta temporada de compras, muchos buscarán enriquecer su “calidad de vida” comprando nueva tecnología doméstica.

La tecnología del Siglo XXI ha servido para las cosas más extremas:

-Para que los perros tengan su página en el Facebook.

-Para que quienes no tienen nada qué decir, lo digan.

-Para que las cosas que se dicen en la calle, también se digan en las pantallas.

“No se puede apretar el cinturón y bajarse los pantalones al mismo tiempo”, decía un letrero de una protesta en España contra las políticas de austeridad del régimen de Rajoy.

A veces, el placer suntuario de la tecnología se pone en frases como ésta de Tyler Durden: “Tenemos empleos que odiamos, para comprar mierda que no necesitamos”.

La realidad es que con esta economía que depende en un 70% del consumo, seguramente hay muchos excesos.

Lo ideal sería que compráramos solo lo que necesitamos, y que fuéramos conscientes de las consecuencias de nuestro consumo. Es decir que el consumo fuera más racional y sostenible a largo plazo.

En los Estados Unidos, se tiran cada año entre 300 y 400 millones de aparatos electrónicos, y el 70% de los desechos tóxicos son de las llamados “E-waste”.

De ahí, que la pregunta que nos deberíamos hacer antes de modernizar nuestra tecnología doméstica es: ¿qué uso le vamos a dar? y ¿cómo vamos a evitar que los viejos aparatos contaminen el ambiente que heredarán las futiras generaciones?.

Probablemente alguien podría quedarse tranquilo sabiendo que la basura tecnológica es envíada a Africa, la India o Asia, porque sale más barato reciclarla allá. Pero qué acaso ¿no nos debería preocuparnos que los niños de otros países con menos regulaciones ambientales se enfermen por los desechos de plomo, mercurio y otros componentes tóxicos?

La tecnología nos aporta grandes beneficios.

En mi casa tengo un horno de microndas que en 7 minutos cocina un pequeño camote, algo que es más sano que ningún otro “snack” procesado.

Por razones de trabajo, dos o tres días a la semana, dependo de una pequeña arrocera automática que satisface mis necesidades.

La radio Pandora que está instalada en mi teléfono inteligente iPhone me ha abierto el mundo de la música universal de distintas épocas. Kodo, Jazz Africano, música de tríos mexicanos, música barroca de Giroolamo Frescobaldi, Nueva Trova… Toda esta cultura me hace sentir afortunado de vivir en esta época.

Pero lo que me hace ser más optimista es la forma en que los nuevos soportes materiales de la tecnología nos podría ayudar a definir mejor nuestra “nueva identidad”.

¿Qué somos? ¿en qué creemos?… Profesores y políticos se han metido en pleitos por definir la verdadera identidad de los grupos que estudian.

Hasta ahora, las películas de Hollywood y la televisión han mostrado cómo son los norteamericanos, mexicanos, hispanos, nativos americano…

Sin tantas telenovelas, películas y encuestas, el Facebook esta ayudando a entender lo que somos (algunas veces con desagradables sorpresas).

Es cierto que no sabemos todavía utilizarla muy bien, y no estamos muy seguros de qué tan privada puede ser esta forma de comunicación, pero hay que aceptar que por primera vez hay una herramienta que nos puede ayudar a definir lo que somos en nuestros propios términos: en qué creemos, que nos gusta, qué cosas valoramos…

En más de un año que tengo de observar detenidamente los contenidos de las redes sociales en las comunidades latinas, he podido observar que:

-La calidad de los contenidos depende del nivel educativo de las personas.

-Los usuarios prefieren leer capsulitas filosóficas que libros.

-Los símbolos del bienestar cotidiano siguen descansando en la satisfacción de las necesidades básicas, como la comida.

-Con frecuencia, las redes sociales son un escape fallido al tedio cotidiano, que se expresa en el envío de mensajes irrelevantes.

-La fragmentación y entrecruzamiento de los distintos destinatarios con frecuencia es origen de conflictos intragrupales.

Pero, aún con todo esto, las nuevas tecnologías ofrecen muchas posibilidades que apenas si estamos esbozando.

*** Escríbeme a jose.fuentes@impactousa.com o visita: “Talleres y Talachas (TyT)”