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El mes de la herencia hispana ayuda a las nuevas generaciones a definir lo que son y a fundamentar su identidad de forma positiva viviendo enmedio de una cultura diferente.
El mes de la herencia hispana ayuda a las nuevas generaciones a definir lo que son y a fundamentar su identidad de forma positiva viviendo enmedio de una cultura diferente.
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El mes de la herencia hispana no se estableció para resaltar nuestras diferencias como “latinos”, “hispanos”, o cualquier otra etiqueta que por nuestras raíces mestizas portamos en países donde somos una minoría. Se creó más que nada para destacar nuestros valores, las virtudes de nuestra cultura, nuestra historia y nuestras raíces en general.

Desde esta lente, miro a las nuevas generaciones mestizas que han nacido y crecido en los Estados Unidos. Unos han adoptado de forma fácil tanto la cultura de sus padres como la del país que los vio nacer y crecer. Se mueven de forma segura en ambos mundos, hablan dos idiomas, y esa seguridad va abriéndoles camino en la vida.

Aunque miro también entre chavos otras facetas. Algunos otros van confundiéndose en la corriente del llamado “mainstream”, adoptando mayormente una cultura anglo y perdiendo muchas veces el contacto con la cultura de sus padres.

Miro a la vez a otros que, al contrario de los primeros, se niegan a reconocer en sí mismos esos orígenes víctimas del miedo; inclusive oponiéndose a hablar la lengua materna; desdeñando los nexos con todo aquello que muestre que son, indudablemente “hispanos”.

En esto, las familias tienen mucho que ver. No solo hay una falta de interés en que el niño aprenda a apreciar sus orígenes y la gran herencia cultural de sus raíces. También está el ambiente negativo familiar que transcurre entre la burla y la crítica. Que expone debilidades en lugar de hacer sobresalir las virtudes, y que, a final de cuentas, termina causando cicatrices.

Es por esto que les es más fácil adaptarse a lo ‘socialmente aceptado’ en este país. Les resulta casi automático el creer la sarta de estereotipos negativos que Hollywood a través de sus cintas nos arroja continuamente.

Aunque si bien, he conocido pocos jóvenes así, me resulta triste ver cuando esta cultura los absorbe y les quita su identidad.

No es que uno se oponga a integrarse a esta nueva sociedad.

Veámoslo de este lado: si a nivel personal, la cultura en este país alaba la individualidad y la idea de ‘la persona’ sobre la de comunidad, es aquí donde entra esa parte de cada uno que le hace especial dentro de una sociedad tan compleja y tan diversa como la estadounidense: la proveniencia.

Borrar el pasado, negarlo, no ayuda a recrearse; más bien distorsiona. El resaltar nuestros orígenes y partir de ellos nos enriquece, nos anima a compartir, y no solo a tomar de otras culturas por el simple hecho de que nadie nos ha enseñado a gustar de la nuestra.

De eso se trata este mes. Es una excusa para acercarnos a nuestras raíces, para reestablecer los nexos con lo nuestro, y para llevarlo orgullosos en otras esferas sin temor a ser malentendidos.

Una cosa bien importante entre todo esto, es que los jóvenes cuya identidad cultural es fomentada, se abren paso en la vida con más seguridad que aquellos que ignoran o menosprecian su orígen.

A fin de cuentas, ayudar a nuestros niños a definir su identidad de forma positiva, será si lugar a dudas, nuestra gran herencia, la cual terminará construyendo un futuro mejor para ellos.

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