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Raúl Martínez-Sandoval is a graphic designer for Excelsior, La Prensa and SCNG.
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El debate presidencial estadounidense no dio ninguna sorpresa.

Hillary Clinton, en este primer debate, hizo gala de su colmillo político, el cual adquirió gracias a su extensa experiencia en este campo.

Donald Trump, por su parte- se limitó a ser Donald Trump. Como de costumbre, mucha palabra, poca sustancia. Aunque en esta ocasión, el papel del abusón se lo adjudicó Clinton al burlarse numerosas veces de forma condescendiente de su opositor.

Después del debate, no cupo duda quien fue el ganador.

Mientras que Clinton -quien se preparó para tal- lucía segura de sí misma; Trump, en ocasiones, llegó a lucir hasta cierta dificultad para respirar, probablemente al controlar su ira y su gran bocota, para no soltar otro improperio más que lo volviera a poner bajo la burla de todos y el escarnio de los líderes de su partido.

Aunque, cabe decir, a estas alturas de la carrera electoral, pareciera ser que no importa que diga el candidato republicano. Sus seguidores parecen ser no solo extremadamente fieles, sino ciegos y sordos.

Y es que, en otros tiempos, si un candidato hubiese hecho cualquiera de los comentarios que este magnate de la industria inmobiliaria se ha atrevido a decir, sus palabras les hubieran costado caras no solo en las encuestas; también en las urnas.

Aunque está claro que vivimos en otra era, donde la intolerancia racial, sexual y religiosa pareciera estar retomando aceptación pública, sobre todo entre cierto sector de la ciudadanía. Curiosamente, esa fracción de los votantes se inclinan por Trump, una persona que no solo se ha contradicho y mentido en docenas de ocasiones; también ha demostrado poca prudencia para las labores diplomáticas.

Y si a eso le aunamos el hecho de que hace gala de su poca moral dentro de los negocios, área donde ha defraudado, según Clinton, a incontables empresas pequeñas. Aunque nada de esto parece importar a los seguidores del billonario de cabello anaranjado. Pareciera ser que el racismo y xenofobia del magnate, importaran mucho más para ellos, que cualquiera de sus tantas faltas. De otra forma, no me explico que aún lo sigan apoyando.

Hillary, por otro lado, no es monedita de oro. Aunque en este horizonte político, parece ser que aun con sus propios desvirtúos, sigue siendo la cara brillante de la moneda de un juego electoral en el que cualquier cosa puede pasar. Y esto último es, al fin y al cabo, lo espeluznante del asunto.

Mándenos sus comentarios a: rmsandoval@live.com

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