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UNO aprende por el dolor. El “no lo hagas” suele ir acompañado por el “ay!”. Predecir el dolor ocurre a partir de la experiencia. En el principio la inteligencia es “sensomotriz”.

LUEGO nos hacemos un poco más inteligentes y prevenimos el dolor con la experiencia ajena: el tío alcohólico que murió de una cirrosis, el tragón que murió de un infarto, el hermano que se olvidó de si mismo y falleció antes de tiempo-

¿QUE ES más doloroso: el dolor personal o “sentir” el dolor de quienes más queremos?…

HE VISTO en los pasillos de los hospitales llorar a las hijas por el cáncer incurable de sus madres. He sentido como una patada en el pecho la despedida final de la hermana, en lo que sería su última Navidad.

EL DOLOR también es nuestro aliado. Es la primera advertencia de que algo anda mal: o te cuidas o te lleva el carajo. Pero acostumbrados a los remedios fáciles, solemos matar al mensajero “con una pastillita”. ¿Y luego?… con otra más grande.

NO ME malentiendan: un desvelo con fiebre y vómitos merece cualquier intervención, pero al día siguiente debemos entender bien todo el asunto. Lo mismo va para los dolores físicos como para los psicológicos.

HAY DOLORES y enfermedades pequeñas que son advertencias, y enfermedades graves que son sentencias y un llamado para hacer cuentas. Las grandes se suelen nutrir de la negligencia ante las pequeñas, salvo unas cuantas excepciones a las que aún no les encontramos una explicación genética. Entonces ¿por qué somos tan cabezones y por qué preferimos comprar frascos de pastillas en lugar de un par de tenis?

HAY enfermedades precoces y enfermedades inevitables. A las primeras se les llama con frecuencia “negligencia”, y a las últimas, “vejez”. Aún así, las enfermedades de la edad pueden ser menos dolorosas si se sabe a qué velocidad hay que correr la carcacha y qué aceite ponerle al moto: “no te apures para que dures”, “despacio que llevamos prisa”, “lo que no se usa, se pierde”-

CADA año que pasa sabemos más del dolor y de las enfermedades. Llevo un tercio de siglo siguiendo de cerca el asunto, en hospitales y periódicos. Ahora que ya nadie se muere “de causas naturales” (todo tiene que tener un nombre) o desconocidas, deberíamos estar más tranquilos.

AHORA sabemos más de las enfermedades, pero solemos exagerar nuestros miedos. Tenemos vocación de hipocondriacos. No tenemos remedio. La religión puede ayudar, o todo lo contrario. La negligencia suele estar disfrazada de un “ya es tarea de Dios”. Pero, la verdad es que se han malentendido las necesidades del cuerpo: un cuerpo es un templo o por lo menos una casa, y este es para usarse y admirarse, y no llenarlo de basura.

LA ENFERMEDAD nos jode todo: nuestra capacidad de servicio, nuestra consciencia, nuestro optimismo, nuestra alegría y sensibilidad, nuestra sexualidad- Entonces ¿por qué no cuidar de nuestra salud?… En lo que nos corresponde.

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* José Fuentes-Salinas es psicólogo clínico graduado de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) en México. Puede escribirle a jose.fuentes@impactousa.com o entrar al Facebook de Impacto USA.