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LA EXPERIENCIA de la muerte está inscrita en una tradición ancestral que nos lleva a las raíces indígenas e hispanas. Los inmigrantes de origen mexicano están bastante familiarizados con las celebraciones del Día de los Muertos, una fecha en que se limpian los panteones y se colocan ofrendas y altares en algunos pueblos.

EN LA ISLA de Janitzio, en el Lago de Pátzcuaro, Michoacán, los purépechas llevan flores y comida a las tumbas de sus muertos con la vieja idea mítica de que ese día regresan de visita a la Tierra. En las ciudades, alejadas un poco del carácter espontaneo del folclore, por lo menos se limpian las tumbas y hasta se lleva música a los panteones.

AUNQUE existe también la práctica de incinerar los cuerpos y depositar las cenizas en los templos o lugares especiales de los nuevos panteones, el enterramiento en tumbas que suelen parecerse a un pastel de cemento con una cruz es la práctica dominante.

ESTO cambia con la experiencia de la inmigración. En California, como en otros estados del país, los inmigrantes entran en una especie de negociación con la cultura huésped, y si al principio los nuevos panteones más bien les daban la idea de un campo de golf, poco a poco se van acostumbrando a que la tumba será al ras del suelo y distinguida solamente con una pequeña placa.

LOS NUEVOS conceptos de planeación y anticipación al proceso de morirse son integrados principalmente por las familias que ya tienen una mayor perspectiva a futuro en el país y que han echado ciertas raíces con la siguiente generación.

SALVADOR y Cristina, una pareja de salvadoreños avecindados en Los Angeles compró un lote en un cementerio local, donde habría lugar para los dos, y para la suegra de Salvador que vive con ellos. A Salvador ya no le sobreviven sus padres, y como hijos únicos no quieren dejarle mucha carga a su única hija.

EN un cementerio de Palos Verdes, California, una familia oriunda de Purépero, Michoacán, radicada en Wilmington, tienen enterrados a sus padres y a un hermano, aunque otros miembros cercanos decidieron enterrar a sus progenitores en Michoacán.

EN EL Día de los Muertos, uno de los nietos de la pareja de Purépero acostumbra a colocar un altar en la casa donde vivió su abuelita. En una mesa, coloca la foto de quien en vida trabajó para la empacadora Star Kist de Terminal Island, junto con algunas cosas que les pertenecieron. Con esto, parece integrarse dos tradiciones de recordar a los difuntos.

LOS INMIGRANTES latinos en los Estados Unidos parecen estar más conscientes de planear su último reposo. Lo que no queda claro es si también se ha aprendido a planear el proceso de convalescencia y tratamientos que suelen preceder a la muerte.