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Medios Hispanos en USA: la fragmentación de la comunicación y la incomunicación

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Se detiene el tráfico en el 405. El carril para agarrar el 110 se aligera. A un costado pasan los compas jardineros listos para “hacer volar pelos”.

“A ver, ¿y tú de qué te quieres desahogar?”, le dice la bronquita, con voz sexi, al radioescucha.

“De que tú no sabes nada de futbol”.

La bronquita aguanta vara, y el Bueno y el Feo le salen al quite al seguidor del América. Se lo cotorrean y el radioescucha sale así como “no me envidien por ser experto”.

No pasa nada. Sigue el siguiente.

“Yo me quiero desahogar de que ponen pura música ‘chúntara'”.

“¿A qué te refieres?”, dice el Bueno.

Luego le ponen música de banda mexicana, de esa que los europeos que vienen a Los Angeles, la sienten como propia, como si fuera de Ucrania.

“A ver, ¿por qué no ponen de Maná?”, dice el radioescucha.

La bronquita sale en defensa: hay que disfrutar de la diversidad, compa, a mí también me gusta la música de Andrea Bocelli, agarre la onda.

La bronquita le da al clavo. Ahora mismo, tengo tres estaciones de radio sintonizadas, y cuando entran los comerciales, aprieto otro botón y me paso a FM 88.1 para escuchar jazz, o a AM 950 para escuchar las noticias de Radio Fórmula.

El problema de la comunicación actual es que al mismo tiempo que nos podemos comunicar con una audiencia mayor, de New York a San Diego, nuestro entendimiento de la cultura sigue anclado en el mismo ejido, en el mismo ghetto cultural.

El problema de la comunicación actual es que al mismo tiempo que la tecnología nos ofrece posibilidades ilimitadas para interactuar, la fragmentación de los mensajes predomina en los medios.

El tema de los gustos musicales, o de los niveles del disfrute del futbol, merecerían una buena plática. Pero el tiempo de la radio y del Facebook es muy breve.

El problema de la fragmentación, como he dicho en otras ocasiones, es que “deja demasiados cabos sueltos” para la interpretación. Esto crea el riesgo del “sobrentendimiento”, de los “malentendidos”, del fracaso de la comunicación.

Todos tenemos nuestras preferencias musicales, deportivas, religiosas. Pero para comunicarnos es bueno tener la noción de las preferencias de los otros.

Este es el principio de la convivencia: “nada de lo humano me es ajeno”, decía Fray Bernardino Alvarez.