Kerry Heinrich, director del Hospital Loma Linda University, decía: “desafortunádamente, tenemos cirujanos que están bastante familiarzados con esas heridas, tienen experiencia”.
De los 17 heridos de la Masacre de San Bernardino, tres de ellos estaban en situación crítica.
Lo que dijo Heinrich aunque suene como motivo de confianza hacia los cirujanos, es preocupante: la violencia extrema ocurre con mucha frecuencia en los Estados Unidos, y en el área de influencia del Hospital Loma Linda.
¿Cuánto?… Como cuatro veces más que países industrializados, como el Reino Unido o Alemania.
Aún no se habían digerido el duelo por la masacre de París, cuando ocurre la masacre de 14 personas en el Centro Regional para Atención de Personas con Discapacidades.
De manera entendible, la pregunta que más se esperaba era si esto tenía que ver con el terrorismo, como si el terrorismo no fuera un concepto que se ha hecho tan familiar que se le ha vaciado de su significado original: causar terror en grandes grupos de población, y en el proceso lograr objetivos económicos, políticos y religiosos.
Hasta lo que se sabía a menos de 24 horas de la tragedia era que uno de los asesinos, Syed Rizwan Farook, había salido encolerizado de una reunión con sus compañeros de trabajo del condado.
Lo que confunde es que, al mismo tiempo que la masacre puede explicarse como una reacción criminal semejante a aquella ocurrida hace tiempo con un empleado postal, el equipamiento del asesino daba cuenta de alguien que en algún momento ejecutaría un hecho así.
El presidente Barack Obama era cauto en términos de no apresurar motivos posibles.
Y al tiempo que líderes de la comunidad musulmana y otros credos prevenía igualmente en no apresurar conclusiones, que podría afectar a los creyentes de buena voluntad, lo cierto es que la conversación que no se quiere tener es la que apunta al control de armas de asalto y a los fanatismos en que puede derivar ciertos enfoques de la religión.
Mark Kelly, esposo de Gaby Giffords, la congresista balaceada en otro incidente, había dicho en la Radio Pública que si bien el control de antecedentes de los compradores de armas no hubiera podido prevenir esta específica masacre, podría haber reducido otras.
En una declaración de la organización fundada por ellos, decían:
“Parece que cada semana nos sentamos juntos para buscar las palabras para expresar adecuadamente nuestra angustia de otra comunidad que ha sido destrozada por la violencia armada.
“Siempre fallamos en encontrar las palabras para que coincida con nuestra ira, angustia y disgusto.
“Hoy no es diferente.”
El gran problema político es que la venta de armas es uno de los más grandes negocios del país, y las soluciones fáciles a grandes conflictos existenciales suelen ser lo que buscan muchos fanáticos que buscan una religión para justificar sus predisposiciones.