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ES PARTE del folclore de las elecciones. Un elemento que entusiasma no tanto la reflexión profunda como la catarsis de los contendientes. Las etiquetas, los sobrenombres, son algo que recupera la parte del juego infantil de los contendientes. Son válidos con la condición de que no se queden en eso, en unos dimes y diretes. En un debate, suele ser la parte provocadora de una discusión que será útil en la medida en que los controles operen: la decencia, la aceptación de que, después de todo, es solo un debate no una riña a pastelazos o un pleito de “Mixed Martial Arts”, en jaula.

Después del último debate Trump-Clinton, se inció el juego de la ironía en el Twitter: “Mujer sucia busca un ‘bad’ hombre para tomar copas de vino, caminatas en la playa y buena conversación”.

Las “hashtags” #NastyWoman y #BadHombre fueron el regalo de Donald Trump a su contrincante, así como ella le había regalado antes la de #Deplorables.

“Este hombre malo acaba de votar por una mujer sucia”. “La verdad es que los disfraces de #nastywoman y #badhombre serían excelentes para el Halloween- ¡Nadie se metería con ellos!”.

Las hipérboles espontaneas, las exageraciones que se escapan del estilo moderado de los interlocutores suelen ser como bumerangs que le pegan descalabros a los emisores. Sin estos, no exitirían los programas de comedias, como “Saturday Night Life” que el propio Trump desearía que suspendieran. Pero, como dice el refrán “el que se enoja pierde”, y el que “aguanta vara” suele arrebatar el chicote, como en el Jiu Jitsu.

Aunque el anonimato parcial que suele haber en el Twitter crea el riesgo de que una campaña orquestada de partidarios infle el alcance de un “hashtag”, se puede leer entre líneas como la espontaneidad del discurso de los usuarios crea una subcultura del epigrama.

“Como un muchacho mexicano que hizo la transición a una mujer transgénero, yo he sido por igual un #BadHombre y una #NastyWoman”.

Hay para todos. Las etiquetas dan también para el “branding” comercial: “Alguien necesita llamar a su camión de tacos ‘Bad Hombre'”.

Pero como element de seriedad, la obsesiva campaña de Trump contra los inmigrantes indocumentados toca el nucleo de lo defendible: “Mi padre fue indocumentado y trabajó muy duro para mantener a la familia, fue un ‘bad hombre'”.

Del lado de las “mujeres sucias”, también hubo una andanada de “tuitazos”.

“Dios mío, Donald, no hay nada tan poco atractivo como un tipo de 70 años lloriqueando”.

“Ella (Hillary) es realmente extraordinaria enfrentándose con bravucones (bullies) y ‘trolls’. Inspira”.

Partiendo del hecho de que el lenguaje importa, incluso a nivel de ironía, alguien sugirió que en política, “los nuevos sinónimos (que se aplican a las mujeres) de ‘sucia’ son: con experiencia, inteligente, diplomática-“

“Let’s Make American Nasty Again!”