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El país ha tenido grandes presidentes, presidentes regulares y malos presidentes. Podría ser que entre un extremo y otro se podría poner a Lincoln y a Nixon.

Los grandes presidentes se caracterizaron no solo porque supieron administrar las cuestiones del gobierno, sino que pudieron interpretar política y filosóficamente su responsabilidad. Es decir, no eran solo presidentes, sino “pensadores”, estadistas.

Es por eso que se recuerdan frases de Lincoln como: “Nadie tiene una memoria tan buena como para ser un mentiroso exitoso”.

Esto de la misma manera que los medios recuerdan constantemente la frase desesperada de Nixon: “I’m not a crook”.

Del actual ocupante de la Casa Blanca, Donald Trump, todavía no sabemos en qué lugar quedará, luego de un mes en el cargo. La mayoría de los ciudadanos quisiéramos que por lo menos no cometiera errores que tardarían varias administraciones en corregirse. Vaya, acabando de salir de una de las peores crisis económicas, después de la Gran Depresión, quisiéramos que respetara lo que está funcionando bien y cambiara lo que se tenga que cambiar.

La Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios mostró esta semana que el índice de venta de casas usadas había sido de 5,69 millones anuales en enero, el mayor en 10 años. Este dato y con la cifras de empleo que dejó el presidente Obama, aún con el incremento del costo de los seguros médicos, debería ser suficiente como para el actual presidente tuviera una actitud más ecuánime hacia la realidad nacional.

Sin embargo, al parecer sigue en campaña.

Dado a la fama por los “reality shows” y por su escandalosa acusación de que Obama no había nacido en el país, cortejó las encuestas de opinión de los medios y las universidades hasta que dejaron de favorecerlo.

Luego de ganar el voto del colegio electoral, y perder con casi tres millones el voto popular, era para que ya se dedicara a gobernar.

Pero, al parecer sigue en campaña.

Esta semana en la segunda jornada de la Conferencia anual de Acción Política Conservadora (CPAC), Trump arremetió contra la prensa por pensar que nunca ganaría las elecciones presidenciales de noviembre pasado.

Al parecer, él no ha entendido que las encuestas estadísticas no son una herramienta exacta, y que esos tres millones con que perdió el voto popular dicen algo.

Es por eso que arremete: “Estamos combatiendo las noticias falsas. Son falsas, embustes, falsas. Hace unos días llamé a las noticias falsas el enemigo del pueblo y lo son”, aseguró Trump.

“Tenemos que luchar contra ellos. Los medios son muy inteligentes, muy astutos y deshonestos (…). Se enfadan cuando exponemos sus noticias falsas”, indicó el presidente ante ese foro, el más importante del conservadurismo en EEUU.

Eyyy Eyyy…. Mr. President: ya pasaron las elecciones.

Ahora dedíquese a capacitarse para ser por lo menos un presidente “regular”.

En este tiempo en que las cámaras legislativas y el poder ejecutivo están en manos republicanas, el único contrapeso que tiene las sociedad en su conjunto es el de tener unos medios fuertes que siempre estén fiscalizando las acciones de gobierno. Si no fuera por estos, seguro que la corrupción que dio al traste con el nombramiento del general Flynn no hubiera ocurrido.

En este tiempo en que el poder institucional está marcadamente hacia el lado republicano, los medio y esa impugnación no partidista que están haciendo los votantes en la llamadas reuniones “Town Hall”, son el contrapeso al autoritarismo.

Y -¿quién lo dijera?- el mismo veterano senador John McCain lo ha advertido: lo primero que hace un presidente con pretensiones de dictador es querer acallar la prensa. (dictators “get started by suppressing free press.”)