En estos últimos años, mucha gente tiene la tendencia de consumir productos saludables, menos tóxicos; y la información disponible no solo a través de páginas de internet, sino también compartida por redes sociales, es en gran parte culpable de esta creciente inclinación masiva.
Tanto así que pareciera surgir un movimiento de consciencia en el que la gente muestra cierta desconfianza hacia el sector empresarial; cosa por la cual, se prefiere escudriñar más las mercancías que venden.
Esto no representa una simple moda pasajera. Es de gran relevancia, y es que la causa de dicho movimiento es al fin y al cabo la preservación de la salud.
Y no es para menos. En las últimas décadas, el incremento de enfermedades cancerígenas, neurológicas (Parkinson, Alzheimer, Autismo, etc.) y demás, ha puesto en alerta a muchos sectores de la población que ahora discriminan ciertas tiendas de autoservicio, así como también ciertos productos por la sospecha de que estos estan causando el aumento de dichas patologías.
Es aquí donde una decisión de Walmart apenas hace unos días, resulta no solo bastante sensata; sino inevitable.
La semana pasada, dicha cadena de tiendas trasnacional se mostró proactiva al notificar a sus proveedores que tenían que remover ingredientes tóxicos de jabones, champús, cosméticos y limpiadores caseros. En enero del 2016, confirmará que sus proveedores hayan sacado de sus productos dichos tóxicos.
Dichos componentes son ligados directamente a enfermedades como el cáncer; así como a daños reproductivos y neurológicos, y al mismo tiempo, daños al ambiente.
Que Walmart tome esta decisión por iniciativa propia suena bastante bien. El problema es que no da a conocer la lista de ingredientes que gradualmente tendrán que ser removidos.
La razón podría ser que si dejan saber esta información al público, las ventas podrían decaer, ya que podría crearse cierto estado de alerta entre los consumidores.
Aunque sin duda, la medida ayuda a crear cierta imagen positiva para Walmart. Lo mejor de todo para el gigante corporativo, es que hasta el momento no existe ley alguna que haga obligatoria dicha medida, y por lo tanto, hay una ausencia de supervisión del gobierno. De esta manera, no hay un modo real de saber hasta qué punto las otras empresas serán capaces de quitar elementos tóxicos de sus productos.
En resumen, el hecho de que se generen cambios a este nivel es algo bueno para todos. Pero este tipo de medidas debería ser parte de propuestas gubernamentales -hoy ausentes- que busquen proteger al consumidor.
No podemos depender únicamente de la ‘buena voluntad’ corporativa. Esto dicho en un país donde el hambre empresarial por crecimiento económico suele imponerse a algo tan básico como lo es la salud social.
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