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    Aspecto de un jaguar tallado en madera que forma parte de las ofrendas de Dia de Muertos del museo Dolores Olmedo dedicado al estado de Chiapas en Ciudad de México (México).

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    El Palacio de las Bellas Artes cumplió 80 años. En la imagen una iluminación del edificio con motivo de esa efemérides.

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    El Museo Nacional de Antropología e Historia, situado en el centenario Bosque de Chapultepec de la Ciudad de México. Lleva 40 años como depositario de la colección más importante de arte prehispánico del país.

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    Aspecto del Palacio de Bellas Artes, que se comenzó a construir en octubre de 1904 en el centro histórico de la capital mexicana. Hoy en día, el Palacio de Bellas Artes es considerado uno de los teatros más importantes y grandes del mundo.

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México está de enhorabuena y los aniversarios de estas entidades son una clara muestra de que la nación latinoamericana sigue gozando de buena salud como potencia cultural y se mantiene como uno de los mayores referentes del sector entre los países en que se habla español.

BALUARTE DEL LIBRO EN ESPAÑOL.

En septiembre pasado el Fondo de Cultura Económica (FCE) llegó a las ocho décadas de vida convertido en una de las editoriales más importantes de América Latina.

Si bien ha publicado obras de grandes autores como Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Miguel Ángel Asturias y Juan Rulfo, el FCE ha servido también como escuela de formación para jóvenes intelectuales de Hispanoamérica y como una oportunidad para escritores poco conocidos.

En una entrevista con Efe, el autor mexicano Juan Villoro, ganador del Premio Herralde por su novela “El testigo” (2004), reconoció que la editorial “ha sido una universidad para muchísimos escritores y pensadores de toda América Latina y de España”.

“Tuve la suerte de tener maestros latinoamericanos refugiados en México, y la mayoría se había formado leyendo los libros del Fondo. De modo que ésta ha sido una casa abierta a la educación y las ideas”, explicó Villoro.

El Fondo nació el 3 de septiembre de 1934 con el fin de publicar las obras de grandes pensadores e investigadores de la economía mundial como Adam Smith, David Ricardo, Carlos Marx, John Maynard Keynes y Max Weber, pero pronto se extendió a otras áreas del conocimiento.

El escritor mexicano Fernando del Paso describió el nacimiento de esta editorial pública “casi como un milagro”, en una época en que la región estaba agobiada de regímenes reaccionarios y dictaduras de extrema derecha.

La editorial, premiada en 1989 con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, mantiene su vocación original y acaba de editar “El capital en el siglo XXI”, de Thomas Piketty, líder en ventas y colocado en el centro del debate público en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, en todos estos años se ha hecho eco de obras clásicas como “Rayuela”, del argentino Julio Cortázar; “Paradiso”, del cubano José Lezama Lima; o “El llano en llamas”, del mexicano Juan Rulfo, entre decenas de joyas de la literatura en idioma castellano.

Esta casa editorial, que cuenta con 23 librerías del FCE en México y nueve filiales en el extranjero, ha acumulado un catálogo histórico de 10.000 obras, de las cuales 5.500 están disponibles en el mercado, agrupadas en 40 colecciones vivas.

El FCE también ha tenido momentos de poca luz, como cuando censuró libros como “Los hijos de Sánchez”, de Oscar Lewis, y una obra del estadounidense Charles Wright Mills durante la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970).

No obstante, es recordado más por el aporte al conocimiento, por la divulgación de obras inteligentes y por su capacidad de innovación, ahora con una plataforma digital propia, algo clave para que el proyecto, no solo perdure, sino que esté abierto a crecer como alternativa de mercado con más de 1.000 títulos anuales.

BELLAS ARTES, CULTURA A TONELADAS.

El 29 de septiembre de 1934 abrió sus puertas el Palacio de Bellas Artes, un edificio emblemático de la capital mexicana por la majestuosidad de las 87.500 toneladas de mármol y otros materiales invertidas en su construcción y por su condición de principal escenario del país.

José Daniel Juárez, subcoordinador de Relaciones Públicas del Palacio, explicó a Efe que la primera representación en el lugar fue un concierto de la Orquesta Sinfónica de México, dirigida por Carlos Chávez. Entre el público, el presidente Abelardo L. Rodríguez fue el que se llevó los méritos de una obra eterna que pasó por las manos de varios presidentes, dos arquitectos, superó una Revolución y las inclemencias de un terreno complicado.

El promotor original del que iba a ser el Nuevo Teatro Nacional fue el dictador Porfirio Díaz (1876-1911), quien quiso construir un gran teatro para festejar el aniversario de la Independencia.

El arquitecto italiano Adamo Boari fue quien lanzó la mejor propuesta, un edificio “majestuoso, con invernaderos, esculturas y con un promedio de cuatro años de construcción” y 4.190.000 pesos (309.000 dólares USA) de presupuesto.

La primera piedra sobre aquel solar ubicado en la esquina de Lázaro Cárdenas y la Avenida Juárez, que antes había sido casona, convento o fábrica de telas, se puso en 1904.

Pero las cosas no salieron como Boari tenía previsto y, en 1908, el Palacio empieza a presentar un hundimiento por sobrepeso y por estar construido sobre una antigua zona acuífera. Se le tienen que inyectar entonces 1.500 toneladas de cal con cemento.

Actualmente el edificio sigue hundiéndose a razón de dos o tres centímetros al año.

En 1910 se cruza la Revolución mexicana, que no paró la construcción, pero la ralentizó y, en 1932, el entonces presidente Pascual Ortiz Rubio decide retomarlo a través de un arquitecto mexicano, Federico Mariscal, alumno de Boari, que cambia “lo ecléctico con tendencias “art nouveau” por el “art decó o arte decorativo” y lo mezcla con elementos mexicanos como magueyes, espigas de trigo, el águila nacional o los mascarones del dios Tláloc.

Poco tiempo después los grandes muralistas de la época, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, dejaron una huella de enorme valor en sus muros.

En el teatro se han presentado, desde artistas clásicos como María Callas o Plácido Domingo y las más prestigiosas compañías de danza y orquestas, hasta cantantes populares como Chavela Vargas, Juan Gabriel o Joan Manuel Serrat.

Todos han actuado bajo esa gran joya irrepetible, la cortina de cristal hecha por la Casa Tiffany de Nueva York, un telón antifuego de 24 toneladas que nunca ha sido usado como tal, pero que engalana el escenario con sus pinturas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.

En las salas de exposiciones ha habido obras de los artistas más importantes de los últimos siglos y su vestíbulo se ha convertido en estas ocho décadas en el lugar en donde han sido despedidas las figuras más importantes de la cultura en México.

Allí han sido recibidos los cortejos fúnebres de Frida Kahlo, Mario Moreno “Cantinflas”, María Félix, Octavio Paz… y hace unos meses se tiñó de mariposas amarillas para despedir al Nobel colombiano Gabriel García Márquez.

MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA, VISITA OBLIGADA.

La máscara de jade de la tumba del emperador Pakal o la piedra del sol del pueblo mexica, mal llamada calendario azteca, son algunas de las joyas que guarda el Museo Nacional de Antropología, que este año celebra medio siglo como albacea de la riqueza de los pueblos que habitaron México.

El 17 de septiembre de 1964 se abría por primera vez al público este recinto, que se construyó en solo año y medio tras la deforestación del Bosque de Chapultepec, uno de los pulmones de la capital, gracias a la labor día y noche de cerca de mil trabajadores de la construcción y 200 arqueólogos, ingenieros, historiadores, museógrafos y artistas.

El recinto fue construido por el arquitecto Pedro Ramírez como una casa en forma de herradura, con un amplio patio central que tiene una gran fuente, colmada por una techumbre en forma de paraguas.

La idea original fue que el visitante pudiera decidir entre hacer el recorrido en forma lineal o solo entrar a las salas que deseara, por eso se hizo cada sala independiente.

Si uno se pone a caminar por todos sus pasillos recorrería 5,5 kilómetros en los que se guardan 40.000 años de historia, desde la prehistoria hasta la vida presente de los pueblos indígenas en México.

En opinión del historiador Miguel León Portilla, uno de los mayores expertos en interpretación de códices prehispánicos y uno de los mejores traductores del náhuatl antiguo, “para verlo con calma haría falta una semana entera”.

Solo así sería posible encontrarle la verdadera riqueza a piezas como la joyería de oro rescatada de las tumbas de Monte Albán (Oaxaca) o la colección de vestidos, herramientas y utensilios de las etnias vivas de México.

El museo dispone de 24 salas y lo visitan anualmente entre 1,3 y 2,3 millones de personas. Portilla asegura que “cumple una función trascendental”, la de mostrar “las raíces indígenas”, uno de los dos orígenes del pueblo mexicano actual, junto con la raíz española.

MÁS MUSEOS, MÁS ANIVERSARIOS.

El Museo Nacional de Historia (MNH) del Castillo de Chapultepec, de la capital mexicana, acaba también de festejar su 70 aniversario con conciertos de gala, ópera, obras de teatro, talleres, visitas guiadas y talleres infantiles.

Aunque se abrió en 1944, sus antecedentes se remontan al inicio del México independiente. En 1825, Guadalupe Victoria, presidente de la República, ordenó la fundación del Museo Nacional.

Para 1865, por decreto del emperador Maximiliano de Habsburgo, la institución cambió de nombre a Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia, y se trasladó a la antigua Casa de Moneda.

En 1910 este espacio dio lugar a la creación del Museo de Historia Natural y el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía.

De este último, por decreto del presidente Lázaro Cárdenas, en 1939 se formó el Museo Nacional de Historia, con sede en el Castillo de Chapultepec y que tiene un acervo de unas 70.000 piezas.

También en la capital, cumplió este año medio siglo de vida el Museo de la Ciudad de México y lo hizo con tres exposiciones en torno a su historia, su arquitectura y las artes plásticas.

El museo fue creado en un edificio virreinal de 1776, que albergó el Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya y que luego funcionó como vecindad hasta que, en 1931, fue declarado patrimonio nacional.

En 1960 el Gobierno capitalino decretó que se convertiría en la sede del Museo de la Ciudad de México, que abrió sus puertas el 31 de octubre de 1964.

Aunque más joven, el Museo Dolores Olmedo también celebró este año su cumpleaños, en este caso el número 20. Y lo hizo con una exposición que propone una nueva mirada a la obra de los pintores mexicanos Diego Rivera y Frida Kahlo, de los cuales el recinto puede vanagloriarse de tener la mayor colección de sus pinturas reunida en un solo lugar en todo el mundo.

EFE/REPORTAJES