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Miami, 12 feb (EFEUSA).- Cada uno es como es, clásico o romántico, proclive al recurso de las velas y confidencias acarameladas al oído, entre plato y plato, o partidario del “saber estar” y la dialéctica, dos posiciones que, no obstante, cuentan en Miami con sugestivos locales para la celebración de San Valentín.

Es cierto que la fracción sentimental suma muchos más devotos, como no podía ser de otra manera, en el Día de los Enamorados, en el que los fieles de Cupido prefieren los restaurantes de atmósfera intimista y seductora.

Pero la hermandad de los clásicos encuentra, también, muy buenos establecimientos de hechura sobria como un octosílabo, sin tanta apelación al florerito en la mesa y el supuesto menú afrodisiaco, y con más enjundia en la confección de los platos.

Sea un motivo comercial o no, una cena grata a la luz de la velas el próximo sábado siempre queda bien. Y si el precio de la comida no atenta contra el bolsillo de los comensales, y la atmósfera y las vistas te acercan al éxtasis, mucho mejor.

Por ejemplo, el restaurante Tuyo, ubicado en la octava planta del edificio del Instituto Culinario de Miami (MCI), que goza de unas vistas panorámicas del centro de la ciudad con las que no puede competir ningún otro restaurante de Miami.

El amplio ventanal que ocupa toda la pared exterior del comedor de Tuyo ofrece al comensal, desde esa altura, una de las vistas nocturnas más atractivas y románticas, con la hermosa Torre de la Libertad iluminada en primer plano.

El menú que ha confeccionado el chef brasileño Víctor Santos para la cena de San Valentín en Tuyo se ofrece incitante.

Como primer plato, cinco opciones de las que conmueven especialmente tres: una crema de vieiras (“scallops”) con maíz tostado, bacon ahumado y pimientos de piquillo; la langosta al horno con ensalada de espinacas, vinagreta de mostaza y tomates cereza y la tostada de pan casero de maíz con foie gras de pato y mole de chocolate negro.

El comensal pude entregarse luego en cuerpo y alma al solomillo de res Angus (la raza de mayor calidad en EE.UU.) circundado por tiras de chorizo y acompañado con ragú de setas, puré de patatas y salsa bordelesa.

El menú ofrece también un excelente pescado blanco (Halibut) hecho en sartén con raviolis de calabaza y espinacas, y, para los amantes de ese mundo abreviado que es el arroz, un risotto al champán con queso mascarpone y hongos.

Y, como dulce remate de la cena, un tótem de la dulcería hedonista: la tarta de lava de chocolate, “Nutella” casera y helado de naranja. San Valentín comería aquí, sin duda, y más si nos atenemos al precio, muy razonable: 85 dólares por persona.

Otro restaurante que es una declaración romántica de culto a la felicidad inmediata y refinada es Seagrape, en el hotel Thompson de Miami Beach, cuyo cocina pilota la reconocida chef argentinojudía Michelle Bernstein.

Tras los aromas incisivos del caviar, para avivar las papilas gustativas, Bernstein propone platos tan inspirados como el bisqué de langosta con trufa blanca y castaña o el solomillo Wagyu Rossini, con foie gras y puré de patatas.

La elección del postre no admite dudas: una fondue de chocolate negro y amargo con esencia de canela, churros y frutos del bosque. Suficiente para perder la cabeza de buena gana.

“Queríamos hacer en Seagrape un menú selecto para San Valentín que fuese la síntesis de una clásica brasserie, con un toque afrodisíaco y romántico”, explicó a Efe Bernstein, quien bromeó al asegurar que el solomillo con foie gras “mantendrá a las parejas calientes ante la ola de frío que cruza el sur de Florida”.

Es muy recomendable reservar mesa en el agradable patio al aire libre con plantas y a la luz de la luna. Todo un refugio romántico para un cena excepcional.

Otro estupendo establecimiento de marcada estética romántica y “vintage” es Dolce Italian, ubicado en el hotel Gale de Miami Beach, un guiño a la Roma de Fellini de los años 60 con un chef, Loris Navone, que practica una cocina de muchos quilates.

Un preámbulo de “antipasti” (aperitivos), seguido de varias suculentas opciones, como la langosta de Maine, los raviolis rellenos de foie gras de pato o la lubina con risotto al azafrán con guarnición de espárragos. Y el corolario de una mousse de chocolate con avellanas. El precio: 75 dólares por persona.

Entre lo clásico y lo romántico, por su atmósfera, se sitúa L’echon Brasserie, situado en el hotel Hilton Cabana de Miami Beach, una auténtica apelación a la cocina clásica francesa, especialmente lionesa y parisina con un toque provenzal.

El renglón de la insistencia afrodisíaca en el menú de L’echon lo ocupan las ostras con caviar y gotas de miel, como entrada, seguidas de la langosta de Maine con salsa americana y hongos o la costilla de res Wagyu con todos los sacramentos: reducción de vino, hongos y verduras.

El chef Josh Elliot no ha desvelado el postre sorpresa con el que avivará la liturgia de una cena erótico-festiva.

En el emergente Design District de Miami está ubicado Wynwood Kitchen & Bar, cuyo propietario y chef, Miguel Aguilar, avivará el deseo de los comensales con un plato único: las patas de cangrejo de Alaska (“King Crab”) asadas y servidas con un alioli de Tobikko.

En esta vertiente clásica rotunda y definitiva sobresale BLT Prime, en la ciudad de Doral, aledaña a Miami, donde domina el lujo del deseo (que no el deseo del lujo): Ostras Kumamoto, rillettes de conejo braseado con vinagreta de trufa o el corte de res “prime” servido con escarola y una cazuelita de judías. Y un postre de antología de la tentación: tarta Red Velvet con salsa de moras. El precio: 65 dólares. EFEUSA